¿Qué
parte de cuidar la vida y respetar la dignidad de los seres humanos se nos
perdió? ¿Es un problema de memoria o de superficialidad y falta de criterio?
El 6 y 7 de noviembre se conmemoró la toma del Palacio de Justicia por el M-19, donde murieron cerca de 100 personas. Medios, académicos, familiares y sobrevivientes nos recordaron la tragedia. Ver nombres como el de Gustavo Petro entre los guerrilleros y escuchar al presidente calificar la toma como una “genialidad” me llenó de indignación. Solo una palabra venía a mi mente: ‘cinismo’. Cínico es quien no reconoce el dolor ajeno.
¿Cuántas veces preferimos mirar hacia otro
lado para evitar el sufrimiento de otros? El cinismo no es solo de quienes
justifican lo injustificable, sino también de quienes eligen el silencio o la
indiferencia.
Durante
dos días recordamos la tragedia del Palacio. Sin embargo, un par de días
después, toda la atención se volcó hacia Armero. Como hace 40 años, la
avalancha tapó el horror del Palacio. Aunque la tragedia de Armero, con 25.000
muertos, supera en magnitud a la del Palacio, no debemos olvidar la diferencia
fundamental entre estos dos hechos. En Armero hubo errores y falta de
prevención, pero nadie fue allí con la intención de matar. En cambio, quienes
tomaron el Palacio de Justicia, guerrilleros del M-19 aliados con los narcotraficantes,
entraron para arrasar y evitar la aprobación de la ley de extradición.
¿Dónde está la historia? ¿Dónde está el criterio de los colombianos que, con nuestras acciones cargadas de ignorancia o de estupidez, terminamos abriéndole paso a uno de los guerrilleros que participó de la masacre del Palacio de Justicia para ser presidente de Colombia? Alguien podría decir que Nelson Mandela fue presidente de Suráfrica después de 27 años de cárcel. La diferencia es que Mandela no era guerrillero, ni terrorista; no había matado a nadie. Su condena a prisión fue producto de su lucha contra el ‘apartheid’, el sistema de segregación racial que ejerció el poder durante décadas en Suráfrica.
“La
humanidad es el sistema donde se crea el valor auténtico y duradero”
dice Ger Leonhard, autor del libro Tecnología vs Humanidad (2018). En un
mundo donde la Inteligencia Artificial puede reemplazar muchos de los trabajos
que hoy hacen personas necesitamos enfocarnos en lo que no se puede
automatizar, potenciar la sabiduría humana. La tecnología es el cómo, pero el
ser humano, nosotros, somos el para qué del cambio. Leonhard plantea la
necesidad de poner el foco en el desarrollo de competencias como: creatividad,
imaginación, emociones, intuición y ética.
Una
de las competencias que estamos necesitando, con urgencia, es el pensamiento
crítico, definido por Francis Bacon en 1605 como “el deseo de buscar, la
paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición
para considerar, el cuidado para poner en orden, y el odio por todo tipo de
impostura". Desde una perspectiva más moderna, el pensamiento
crítico se entiende como la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de
los razonamientos, en especial, de aquellas afirmaciones que la sociedad acepta
como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana, las noticias falsas a
través de las redes sociales, los juicios y opiniones que se aceptan como
incuestionables.
Para
la filósofa Martha Nussbaum (2010) el pensamiento crítico no es solo una
habilidad técnica, es una práctica que incluye la comprensión, el diálogo, la
alteridad y la empatía, que se alimenta por el reconocimiento de nuestra
vulnerabilidad compartida. Una tarea que debería estar en el centro de la
educación para formar el carácter y construir bienestar humano; fundamental
para tener ciudadanos activos y reflexivos que aportan a una democracia.
Solo cultivando el pensamiento crítico y la empatía podremos ser una sociedad que recuerde y aprenda de sus tragedias para avanzar hacia un mundo más humano. Si tuviéramos pensamiento crítico podríamos diferenciar entre el dolor causado por la naturaleza del provocado por la mano humana; esto nos daría la posibilidad de exigir justicia y evitar que la historia se repita.
No se deje llevar por
las opiniones y acciones de otros: observe, cuestione, entienda, y tome
consciencia antes de elegir y actuar.

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