“Debemos
buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes
de diálogo, siempre abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos
a todos, a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el
diálogo y el amor. (…) Una iglesia que busca siempre la paz, la caridad, siempre
ser cercana, especialmente a quienes sufren (…)”.
No
pude contener las lágrimas mientras contemplaba la expresión cálida de León XIV
cuando habló por primera vez desde el balcón central de la Basílica de San
Pedro. Estaba inquieta por lo que podría
pasar si, como resultado de la polarización que en algunos momentos se
percibía, los cardenales elegían un líder desconectado del contexto, más enfocado
en revivir antiguas tradiciones que en atender el sufrimiento de la humanidad.
Considero
que la elección de Robert F. Prevost fue un gran acierto para los católicos y para
un mundo que no logra encontrar caminos hacia una paz sostenible. Los católicos
representan el 17,7% de la población mundial, con aproximadamente 1.406
millones de fieles, una cifra que viene aumentando. América tiene el 47,8% de los católicos con la
mayoría en Suramérica. El continente africano muestra el mayor crecimiento,
liderado por la República Democrática del Congo. Europa con el 20,4% tiene el
menor crecimiento, posiblemente debido a una disminución de la fe y un bajo
crecimiento poblacional.
Estamos ante un papa que, a diferencia de otros líderes, tiene clara su misión de contribuir a la paz mundial a través de la justicia social y el amor. El domingo siguiente a su elección, 11 de mayo, después del Regina Coeli -oración que reemplaza el Ángelus en la Pascua- recordó la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que finalizó un 8 de mayo hace 80 años y dejó 60 millones de víctimas. Su mensaje contundente para los dirigentes del mundo fue: «¡Nunca más la guerra!»
Específicamente
mencionó: El dolor del pueblo
ucraniano y la urgencia de una paz verdadera, justa y duradera en la que todos
sean liberados y los niños regresen a sus familias. La necesidad del cese inmediato al fuego en la
Franja de Gaza, con ayuda humanitaria para la población civil y liberación de los
rehenes. Mostró su satisfacción por el
anuncio del alto al fuego entre India y Pakistán, con la esperanza de un
acuerdo duradero. Al final invitó a
rezar juntos por el milagro de la paz.
A lo largo de la historia encontramos figuras muy importantes que, con la autoridad que da la coherencia y desde el ejemplo, han puesto su vida al servicio de este milagro.
- Nelson Mandela, su capacidad de perdón y conciliación para superar la segregación racial.
- Mahatma Gandhi, su resistencia pacífica para lograr la independencia de la India del Imperio Británico.
- Martin Luther King Jr., con su lucha por la igualdad racial y los derechos civiles de la población africana en Estados Unidos.
- El Dalai Lama, desde el diálogo intercultural y la búsqueda del respeto mutuo entre pueblos y religiones.
Lástima
que hoy confundamos liderazgo con poder y autoritarismo. El liderazgo es interior -de esto sí que
sabe el nuevo papa- quien pertenece a la orden de los Agustinos, seguidores de
San Agustín, considerado maestro de interioridad, decía en sus Confesiones:
"No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el
hombre interior reside la verdad".
Interioridad que se refleja en su mensaje este 18 de mayo en la misa de
inicio de su pontificado: “Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y
temblor, vengo a ustedes como un hermano que desea hacerse siervo de la fe y de
la alegría, recorriendo con ustedes el camino del amor de Dios, que nos quiere
a todos unidos en una sola familia”.
El
liderazgo, como también lo decía Francisco, es servicio ¿para quién? No para el
ego de quienes están en el poder, para todos, especialmente para los que sufren
las consecuencias de guerras, migraciones, falta de oportunidades, abandono. El
fin de todas las guerras empieza en el interior de cada uno. El milagro de la paz es un camino que
construimos juntos desde nuestro metro cuadrado.
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