El 2 de marzo de 1930, Mahatma Gandhi escribió una carta al virrey de India pidiendo eliminar el impuesto a la sal. Al no recibir respuesta, Gandhi y un grupo de seguidores, iniciaron el 12 de marzo, un recorrido de 300 kilómetros, entre Ahmedabad y Dandi, que duró un mes. Durante el camino se unieron miles de personas, lo que atrajo la mirada internacional. Al llegar a Dandi el 5 de abril, Gandhi desafió la ley británica, recogiendo un puñado de sal.
Una
acción que inspiró a la población en todo el territorio para empezar a
recolectar su propia sal. Cerca de
600.000 personas fueron detenidas, incluido Gandhi. La Marcha por la Sal se
considera un símbolo de resistencia pacífica y lucha por la libertad; cumpliendo
el propósito de unir al pueblo alrededor de un objetivo común, además de atraer
la atención y simpatía del mundo y obligar a las autoridades a reconocer que
India tenía realmente un problema colonial.
Gandhi, considerado un símbolo universal de paz decía: “No
existe un camino hacia la paz, la paz es el camino”, una condición
necesaria para el desarrollo de la sociedad, que implica el reconocimiento de
la dignidad de las personas y el respeto a sus derechos. ¿Qué parte de esto no
entendemos y no entienden los actuales líderes mundiales?
Se suponía que el 28 de febrero pasado Donald Trump y Volodímir Zelenski
iban a firmar un acuerdo para que Estados Unidos participara en la explotación
de minerales valiosos de Ucrania, como contraprestación al apoyo de Washington
a Kiev desde la invasión rusa en 2022. Sin embargo, el encuentro se convirtió,
como lo llamó Tom Bateman, de BBC, en una reprimenda pública al líder ucraniano
por parte de Trump y JD Vance: “He determinado que el presidente Zelenski no
está listo para la paz (…) no quiero ventajas, quiero PAZ (…) le faltó al
respeto a los Estados Unidos, puede regresar cuando esté listo para la paz.”
Tomemos otro ejemplo, Colombia. El actual presidente llegó al cargo
en agosto de 2022 con la bandera de la ‘Paz Total’. Una propuesta basada en la
negociación simultánea con los diferentes grupos armado. Pero el paso del
tiempo está demostrando que ni él, ni su equipo de gobierno -que todavía no
logra consolidar-, ni la clase dirigente del país, ni los colombianos, estamos
preparados para caminar en esta dirección. ¿Qué está pasando en el Catatumbo, en Cauca y
en Chocó? ¿De qué paz es ejemplo el equipo de gobierno? Colombia está hoy entre
los países peor valorados por el Índice Global de Paz del Instituto para la
Economía y la Paz -IEP-, ocupando el puesto 146 entre 163 países y territorios.
El primer lugar en este ranking lo tiene Islandia y el último lugar lo tiene Afganistán.
La paz no puede venir de la voz airada de un mandatario que se siente dueño del mundo, tampoco del discurso populista de un gobernante que cuenta historias que parecen tomadas de las ilusiones extravagantes de José Arcadio Buendía en Cien Años de Soledad.
La paz empieza en el interior de cada
uno; es necesario dejar las armas, bajarse del pedestal del egocentrismo y la
necesidad de tener la verdad; inspirar con el ejemplo como lo hizo Gandhi para
generar confianza.
Es por esto que, el primer acuerdo de paz es con nosotros mismos, con nuestra historia y con las heridas del pasado, para reconocer nuestro valor y dignidad, dejar de culpar a los demás por lo que hemos vivido y entrar en una dinámica de relaciones más sanas donde cada uno se sienta digno y valorado.
Usted
y yo también somos responsables, hagamos una pausa para revisar cómo estamos
aportando a este momento de la historia en la que nos tocó vivir. Nuestras
acciones, por pequeñas que sean, también cuentan ¿Hay algún pendiente que nos
quita el sueño?
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