Albert Einstein dijo: “Uno no puede dejar de asombrarse cuando contempla los misterios
de la eternidad, de la vida, de la maravillosa estructura de la realidad. Es suficiente tratar de comprender un poquito
de este misterio cada día; nunca perder esa
sagrada curiosidad. (…) Hay dos formas
de ver la vida; una es creer que no existen los milagros, la otra es creer que
todo es un milagro”.
Frente
a los retos que plantea este 2024, con las dificultades asociadas a guerras,
migraciones, virus y enfermedades respiratorias, cambios en el mapa
geopolítico, así como las reformas y temas pendientes en el panorama nacional,
podríamos decir que este es un año en el que la incertidumbre seguirá
acompañándonos. Tenemos dos alternativas:
permitir que el miedo y la rabia se apoderen de nosotros; o abrir la mente y el
corazón a la curiosidad para dejarnos sorprender por lo que no sabemos, por lo
nuevo que vendrá, por las oportunidades que, aún en medio de la incertidumbre, pueden
aparecer.
El doctor
Beau Lotto, neurocientífico y experto en percepción, profesor en la Universidad
de Londres, fundador y CEO del Laboratorio de los Inadaptados, dice que los
seres humanos amamos los cierres; como consecuencia tememos a la oscuridad,
odiamos la incertidumbre y no soportamos el no saber. La incertidumbre genera alteraciones en el
cuerpo y en la mente; el sistema inmune se deteriora, las neuronas se debilitan,
la inteligencia disminuye. Quisiéramos
que las cosas volvieran al estado anterior donde nos sentíamos seguros; sin
embargo, el mundo cambia y tenemos que adaptarnos para sobrevivir.
¿Cómo no caer en este círculo vicioso de emociones que, como el miedo y la rabia, nos llevan a cerrar la puerta y defendernos?
Una opción interesante es el asombro
que, para los primeros filósofos era una condición fundamental para el deseo de
conocer, y también, para hacer posible el conocimiento. Para la psicología es
una emoción que aparece cuando estamos ante algo grandioso que desafía nuestra
comprensión del mundo, como mirar estrellas en el cielo o presenciar el
nacimiento de la vida; se asocia con admiración, sorpresa y trascendencia.
El
doctor Lotto y su equipo de ‘Inadaptados’ llevaron a cabo una investigación
para observar qué pasaba en el cerebro con el asombro; para ello expusieron un
grupo de 200 personas a una presentación del Circo del Sol, observando el antes
y el después. Las personas dijeron que
se sentían pequeñas, pero conectadas con el mundo; sentían más afinidad con los
demás y aumentó el contacto social; tenían menos necesidad de control; se
sentían más cómodas con la incertidumbre, sin tener un cierre; su apetito por
el riesgo aumentó; tenían más propensión a sentir asombro después de presenciar
la actuación del Circo. Otras
investigaciones sobre el asombro muestran el impacto profundo de éste, que
lleva a las personas a ser mejores, más altruistas y generosas.
Podríamos pensar que
solo pasa cuando estamos ante algo grandioso, que tal vez no esté al alcance
nuestro, como una aurora boreal, una lluvia de estrellas, nadar con delfines, subir
a la cima del Everest; sin embargo, puede haber asombro frente a las pequeñas
cosas de la vida como una flor diminuta en un páramo, el funcionamiento
perfecto del cuerpo humano, los actos generosos de personas a nuestro
alrededor. Como dice el doctor Lotto,
podríamos encontrar lo imposible en lo simple, y también podríamos mitigar la
ira y el odio a través de la experiencia del asombro que despierta el arte. Sería una forma de abordar los conflictos de
manera constructiva; con humildad y coraje para preguntar y comprender, en
cambio de controlar y convencer.
El doctor David
Pollay, director de la IPPA -siglas en inglés para Asociación Internacional de
Psicología Positiva- propone el siguiente ritual de asombro para iniciar el
día: Acercarse a la ventana, abrir las persianas y mirar afuera; observar qué
hay en el entorno y dejarse llevar por la fascinación; encontrar algo digno de
asombro que nos recuerde que el mundo es más grande que nosotros y nuestros
problemas. “Cada vez que miro por la ventana, me doy cuenta que el universo
no gira en torno a mí, sino que me incluye” dice Pollay. Es probable que el 2024 sea una continuación
de los años anteriores; podemos elegir cómo queremos vivirlo: desde la
necesidad de saber, controlar y cerrar, lo que generaría mucho sufrimiento; o desde
la curiosidad, la incertidumbre y el descubrimiento. El asombro también es un
camino para encontrar nuevas posibilidades, descubrir el sentido y experimentar
felicidad.
Publicado La Patria 17 de enero 2024
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