En mi anterior columna escribí sobre la importancia de cuidar
nuestra salud mental, un ejercicio que pasa por reconocer y abrazar nuestra
propia vulnerabilidad; algo que parece difícil, especialmente cuando queremos
tener todo bajo control y mostrar una imagen de perfección, que al final solo
es una coraza que nos ponemos para ocultar lo que no queremos que otros vean de
nosotros, o peor, lo que no queremos ver en nosotros; esa humanidad que nos
invita a reconocer nuestras heridas y dolores.
¿Por qué a veces nos cuesta más mirarnos y cuidarnos a nosotros
mismos que a los demás? Antoine de
Saint-Exupéry decía que lo esencial es invisible a los ojos, pero ¿Qué es lo
esencial? Creo que el mundo, hace un buen tiempo, decidió que lo más importante
era el pensamiento, la mente, la razón; y, dónde quedan el cuerpo y el espíritu,
o si prefiere, la conciencia, o la energía. El cuerpo parecería ser ese enemigo que, a
medida que nos hacemos mayores empieza a perder su capacidad de acompañarnos, y
nos ocupamos de él cuando recibimos algún llamado de atención. El espíritu, la conciencia, o la energía,
entran en el campo de lo que no entendemos, del misterio, de la religión, de lo
esotérico. Tal vez lo esencial, lo que
nos hace humanos, capaces de amarnos y amar a otros, es reconocer que el
cuerpo, la mente y el espíritu deben estar siempre conectados y en armonía. Cuando esta conexión y esta armonía se
pierden, estamos ‘rotos’ y vamos perdiendo la capacidad de acompañar a nuestros
seres queridos, a nuestros compañeros y colaboradores, a nuestros alumnos, a la
comunidad. Cuando muchas personas están ‘rotas’, la sociedad se enferma y no es
capaz de cumplir su propósito de generar bienestar o buen vivir para todos.
Según Pablo D´ors, escritor y sacerdote católico, como sociedad
occidental y cristiana hemos dado demasiada importancia a la primera parte del
segundo mandamiento: ‘Amar al prójimo’, dejando en segundo lugar la segunda
parte ‘como a ti mismo’; pensando que si lo hacemos somos egoístas, o dando por
sentado que ya nos amamos a nosotros mismos. Pero, qué difícil es quererse a sí mismo, en un
mundo que se enfoca principalmente en el resultado, los logros materiales y
económicos, el éxito y la belleza, a los que solo unos pocos pueden acceder. Miedo es la emoción que aparece cuando una
persona se siente excluida, ignorada, insuficiente, incapaz, que lo lleva a ocultarse
o escapar; es lo contrario del AMOR con mayúscula, que celebra la vida, se
abre, y se dona gratuita y generosamente a los demás.
‘Como a ti mismo’ es sinónimo de autocuidado, cuidado integral de
uno mismo, donde todo lo que somos y nos constituye es importante. Un camino que Pablo D’ors describe como la
montaña, que involucra cuatro momentos: 1. El ASCENSO, esto es la armonía entre
cuerpo y mente que se logra a través de la respiración, de conectarnos con el
aquí y el ahora, acallando los pensamientos y permitiendo que el cuerpo
aparezca; 2. La CIMA, el sitio donde nos
conectamos con nosotros y escuchamos nuestro interior; 3. El DESCENSO, cuando abrimos los ojos para
ver lo que hay delante de nosotros con la misma mirada que traemos de nuestro
interior; 4. ESTAR ABAJO, para compartir
con los demás, con compasión y dulzura, la experiencia que tuvimos en la
cima.
Mientras
sigamos rotos, sin reconocer que lo estamos, no saquemos tiempo para
escucharnos a nosotros mismos en el silencio, y no seamos capaces de tener paz
en nuestro interior, será muy difícil que podamos cuidarnos y vivir en armonía
con las personas y la casa común que nos contiene. Esta es una invitación a mirarnos como esa
casa de huéspedes de la que habla el poeta místico Rumi (siglo XIII): “El
ser humano es una casa de huéspedes. Cada mañana un nuevo recién llegado. Una
alegría, una tristeza, una maldad. Cierta conciencia momentánea llega como un
visitante inesperado ¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos! Incluso si
fueran una muchedumbre de lamentos, que vacían tu casa con violencia. Aun así,
trata a cada huésped con honor, puede estar creándote el espacio para un nuevo
deleite. Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia, recíbelos en la
puerta riendo e invítalos a entrar. Sé agradecido con quien quiera que venga
porque cada uno ha sido enviado como un guía del más allá.” ¿Qué necesitas
aceptar, valorar y amar en ti mismo?
Publicado La Patria 9 noviembre 2022
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