“Había un rey a quien la vanidad lo volvió loco; mandó construir en
su jardín un templo y dentro de este una estatua suya en posición de loto. Todas las mañanas se postraba ante su imagen
para orar a sí mismo. Un día decidió que
una religión sin adoradores no era una gran religión; por eso, decretó que sus
soldados, ministros y servidores se postraran una vez al día ante su estatua. Como esto no parecía suficiente, mandó a la
guardia real para que trajeran las tres primeras personas que se encontraran en
el mercado para pedirles que se inclinaran ante su imagen. Pensó que si eran sabios lo harían, y si no,
debían morir. La primera persona fue un intelectual que pensó: ‘El rey está
loco, si no me inclino me matará, es un caso de fuerza mayor, me postraré para
salvar mi vida’. La segunda era un
sacerdote, pensó: ‘El rey está loco y cumplirá su amenaza; soy un elegido y con
mis actos siempre santifico al verdadero Dios, me arrodillaré’. La tercera era un mendigo que no se arrodilló.
Ante la amenaza del rey, respondió: ‘Yo no me debo al pueblo, casi siempre me
sacan a patadas de todos los sitios, no soy elegido de nadie y no tengo una
imagen que cuidar; no creo que mi vida sea tan valiosa para hacer ridiculeces por
conservarla; no tengo ninguna razón para arrodillarme’. El rey conmovido empezó a revisar sus propias
posturas; mandó reemplazar el templo por una fuente, y la estatua por macetas
de flores.” (Bucay, 2019).
El ego es una ilusión que nos impide percibir la realidad, nos
lleva a imponer nuestro punto de vista, nos pone una fachada de perfección y
nos desconecta de nuestra verdadera esencia. Tal vez estés pensando en alguna persona a la
que se le haya subido el ego, un dirigente, un familiar, algún amigo o conocido
¿Sabes qué? Eso también es ego. Pensar
que es un problema de los demás, cuando en realidad puede ser mío. Cómo reconocer si el ego está distorsionando
nuestra realidad: 1. Nos damos excusas
para salir de la zona de confort, por miedo a enfrentar algo desconocido y/o
por miedo a fracasar. 2. Necesitamos que
los demás validen nuestras capacidades y logros para alimentar nuestra
autoestima. 3. Pedimos constantemente la aprobación de los
demás y nos sentimos mal porque no reconocen lo que hacemos. 4. Alardeamos sobre lo que tenemos, lo que
sabemos o cómo nos vemos. 5. Tenemos que
dar nuestra opinión, aunque no nos la pidan. 6. Buscamos
siempre la perfección y queremos que los demás piensen que todo lo hacemos
bien.
Para explicar qué es el ego, el escritor y sacerdote español Pablo
D’ors, cuenta esta anécdota sobre una entrevista, de otro escritor español, al
Premio Nobel de Literatura Gao Xingjian (2000), ante un auditorio de 500
personas, quienes estaban allí para escuchar al Nobel. Después de una introducción de 20 - 25 minutos,
tomó 5 minutos más para formular la primera pregunta a la que Xingjian contestó:
‘Yo creo que sí’. Después formuló,
durante otros 5 - 6 minutos, la segunda pregunta. El escritor chino respondió: ‘Creo que en
este caso no’. El ego es una falsa imagen, una ilusión que
construimos de nosotros mismos, pensando que el mundo gira a nuestro alrededor;
es no reconocer que todos somos distintos y tenemos perspectivas diferentes de
la realidad; es pensar que todo lo que se sale de nuestra forma de ver el mundo
no existe o no tiene valor; es subirnos a un pedestal para mirar el mundo desde
arriba.
¿Cuántos de nosotros creemos que por hacer lo correcto y no
equivocarnos estamos ayudando a otros? Tal
vez estamos cuidando o alimentando nuestro ego, buscando, como el rey del
cuento, adeptos para nuestra ‘religión’, en cambio de abrir la puerta para
ampliar las posibilidades y encontrar nuevas formas de caminar. Hoy más que nunca, es momento de revisar cuál
es la intención con la que estamos aportando a la construcción de nuestra
familia, comunidad, país, y planeta ¿Para que todos nos vean? o ¿Para poner un
granito de arena que tenga sentido, aunque sea para uno? Tal vez no se trata de
subirnos a un pedestal, sino bajar de él para aterrizar en una realidad, en la
que, tristemente, cada vez hay más dolor, sufrimiento y exclusión, en cambio de
felicidad, bienestar y acogida. Podemos admirar nuestra estatua o construir un
jardín que todos puedan disfrutar.
Publicado La Patria 14 septiembre 2022
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