Estamos enfrentando una época de grandes desafíos como país y como
humanidad, lo que nos invita a una transformación profunda. ¿Qué necesitamos para avanzar y superar las
grandes brechas, ambiental, social y espiritual del mundo de hoy? Algunos podrían decir que un plan o agenda que
marque el rumbo; la respuesta es ‘ya la tenemos’. La Agenda 2030, conocida como
Objetivos de Desarrollo Sostenible (O.D.S.) adoptados por Naciones Unidas en
2015, es un llamado universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta
y garantizar que todas las personas disfruten de paz y prosperidad en 2030. No voy a entrar en el detalle de estos 17
objetivos, que probablemente muchos conocen <https://www.undp.org/es/sustainable-development-goals>; sin embargo, vale la pena tener en cuenta la
advertencia del Secretario General de la ONU, António Guterres, en una reunión
ministerial el pasado mes de julio: “El tiempo para lograr los ODS, conseguir
sociedades menos desiguales y afrontar el cambio climático, se agota”. Según el
último análisis de la ONU, la crisis climática, la COVID-19 y el aumento de conflictos en el mundo, han puesto en peligro los
17 Objetivos, dejando al mundo “al borde de una situación crítica”.
Para mantener la esperanza y avanzar en esta Agenda, se plantean cuatro
áreas de acción: 1. Avanzar en la recuperación de la pandemia en todos los
países; 2.Hacer frente a la crisis alimentaria, energética y financiera generada por la guerra entre Rusia y Ucrania;
3. Invertir en las personas, construyendo un nuevo contrato social basado en la
protección social universal, a través de una educación equitativa y de calidad;
4. Acelerar la acción climática para limitar el aumento de la temperatura
global. Según el Secretario de la ONU
“Tenemos el conocimiento, la ciencia y las tecnologías, y los recursos
financieros para revertir las trayectorias que nos han desviado del rumbo”. Me
pregunto si tenemos la conciencia, el compromiso y la sabiduría para lograrlo.
El profesor Otto Scharmer
(MIT, 2019) plantea que la dificultad para implementar el tratado internacional
sobre cambio climático -Acuerdo de París- y los ODS, no responde a una
brecha de conocimiento. El problema es
la falta de voluntad política y la brecha entre saber y hacer; la desconexión
entre la conciencia y la acción colectiva, que lleva a crear resultados que nadie
quiere. Su propuesta es repensar la
universidad del siglo XXI, como una unidad de investigación, docencia y
práctica transformadora de la sociedad y del yo, que se ocupe de: Liderar un
cambio transformador para aportar a la construcción de autoconciencia
individual y colectiva; despertar curiosidad, compasión y coraje; reconocerse
como ecosistema; y, mantener el espacio de contención necesario para esta
transformación.
No podemos pensar en
transformar una organización, un sistema, un país, la sociedad, con planes,
agendas, métodos y herramientas que, por buenos que sean, se quedan cortos
cuando hablamos de seres humanos. Por esto, considero de gran valor la
propuesta Sueca Inner Development Goals IDGs, Objetivos de Desarrollo Interior, una iniciativa sin fines de lucro, que
nace de reconocer que no tenemos la capacidad interna para hacer frente a los
desafíos, cada vez más complejos, que estamos enfrentando. Los IDGs se agrupan
en 5 categorías y 23 habilidades y cualidades para que, todas las personas, no
solo gobiernos e instituciones, podamos contribuir a un futuro más próspero
como humanidad <
https://www.innerdevelopmentgoals.org/>.
Las cinco categorías son: Relación
consigo mismo y cultivo de la vida interior; pensamiento y habilidades
cognitivas para tomar decisiones acertadas; relaciones que contribuyan a cuidar
de los demás y del mundo; colaboración basada en valores, habilidades y
competencias que aporten a la inclusión; actuar para impulsar el cambio, con
optimismo y coraje para romper patrones viejos y acoger la incertidumbre. Categorías que nos invitan a mirarnos a
nosotros mismos como parte de esta transformación necesaria en todos los
ámbitos de la sociedad, que no depende de lo que otros hagan, el gobierno, las
instituciones, los dirigentes. El mundo en el que vivimos y vamos a dejar a las
generaciones futuras es responsabilidad nuestra. Deberíamos preguntarnos: ¿Quién soy y para
qué estoy aquí? ¿Cuáles son esas creencias y forma de pensar que me limitan y
no me permiten aportar a una nueva sociedad? ¿Cómo están mis relaciones con las
personas a mi alrededor? ¿Estoy dispuesto a salir de mi mismo para reconocer al
otro? ¿Estoy enfocado en mis intereses particulares o me estoy dando permiso
para construir con otros? ¿Soy consciente que la transformación empieza por mí?
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