¿Sabe qué es 'Hybris'?

 

Este vocablo no se encuentra en el diccionario de la lengua española.  Es una expresión griega que se traduce como desmesura, todo lo que sobrepasa la medida justa, orgullo y soberbia.  Algo que genera desequilibrio y despierta la cólera de los dioses; listos para castigar al que la exhibe.  En la mitología griega ‘hybris’ o ‘hubris’ estaba asociado a quienes, sintiéndose y actuando como dioses, se revelaban ante el destino que se les había marcado y rompían el equilibrio que debía existir entre el hombre, la naturaleza y los dioses.  Su crueldad los llevaba a ser despreciados por los demás, y su final era la ruina y la desgracia. 

El médico y político británico David Owen (1938) identificó un trastorno que padecen quienes ejercen el poder, la enfermedad de los líderes, síndrome de ‘Hubris’ o adicción al poder.  Quienes lo padecen creen que lo saben todo y que están para cosas grandes; la confianza exagerada en sus propias capacidades los lleva a despreciar a los otros, actuar en contra del sentido común, e ir más allá de la moral aceptada.  Es un trastorno psiquiátrico relacionado con la falta de humildad y empatía que transforman la autoconfianza y seguridad en sí mismo, en soberbia, arrogancia y prepotencia. No está solo en el ámbito de la mitología, lo hemos visto en reyes, emperadores y gobernantes a lo largo de la historia y, desafortunadamente, lo seguimos viendo en el mundo real, cada vez más cerca.

“Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando la mente…El poder intoxica tanto que afecta el juicio de los dirigentes”, dice Lord Owen.  Hay un momento en el que quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones sin tener en cuenta a los demás, porque se sienten poseedores de la verdad. Y, aunque al final se demuestre que estaban equivocados, nunca lo reconocen y siguen pensando que lo han hecho bien.  La decisión de invadir a Irak del denominado trío de las Azores, George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar, en diciembre de 2003, en contra de lo que pensaban los ciudadanos y miembros de sus equipos de gobierno, es uno de los ejemplos que utiliza Owen en su libro ‘En el poder y en la enfermedad’ (2010).

El proceso empieza, según el psiquiatra español Manuel Franco, cuando una persona, más o menos normal, llega a un cargo importante.  Al comienzo tiene dudas sobre su capacidad, pero si todo va bien, empieza a creer que se lo merece; a continuación, empieza a recibir elogios y su ego se crece.  El siguiente paso es sentirse indispensable ante cualquier situación; surge la megalomanía o ideas de grandeza; piensa que es infalible e insustituible, y que esto va a durar para siempre.  Es cuando construye planes a muy largo plazo, propone obras ‘faraónicas’, o da conferencias de temas que no conoce.  Después de un tiempo, considera que todos, los que se oponen a él o a sus ideas, son enemigos personales que sienten envidia y quieren hacerle daño.  En esta última fase no comprende por qué lo destituyeron de su cargo, por qué perdió las elecciones, o por qué lo dejaron solo.

¿Cuántos políticos y/o dirigentes tienen este síndrome y cuántos están haciendo el recorrido?  Algunos dicen que para ser político hay que tener algo de ‘Hubris’.  Veamos algunos síntomas: Tendencia narcisista a ver el mundo como un escenario para alcanzar gloria y ejercer poder; preocupación exagerada por la imagen; sentirse y hablar como si fuera un mesías; identificarse con el país, el estado o una organización; referirse a sí mismo en tercera persona; confianza exagerada en su criterio y desprecio por el de los otros; sentirse omnipotente; creer que no tiene que rendir cuentas a nadie; perder el contacto con la realidad e irse aislando; creerse omnipotente y estar convencido de su rectitud moral.  Para ‘curarse’ de este trastorno de personalidad solo se requiere perder el poder y aterrizar en la realidad.

¿Cuántos de nosotros, personas corrientes, hemos estado ahí?  Tal vez nadie se escapa de esta posibilidad. Más vale que seamos conscientes de nuestra vulnerabilidad; que nos aceptemos con nuestros aciertos y desaciertos, que no sintamos que somos mejores que nadie.  Una de las cosas que más me inquieta de ‘hybris’ es el daño y las heridas que puede dejar en las familias, en los espacios de trabajo y estudio, en la sociedad, y peor aún, en la humanidad.  

Publicado La Patria 16 de marzo 2022

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