En
la antigüedad se pensaba que las enfermedades mentales eran producto de una brujería
o posesión diabólica y, aunque podríamos pensar que esta creencia ha
evolucionado, infortunadamente no lo suficiente. Aún existe un gran tabú sobre la salud
mental; tal vez: porque los síntomas no siempre son claros; por
desconocimiento; por temor a ser estigmatizados o discriminados; por descuido
y/o precariedad en los sistemas de salud.
Cabe aclarar que los trastornos de salud mental no
se producen por debilidad emocional, no son propios de personas sensibles que
exageran las emociones, ni mucho menos afectan a los que ‘se desvían del buen
camino’. Son enfermedades con
múltiples causas, necesitan detección temprana, atención profesional adecuada
y, especialmente, acompañamiento, comprensión y afecto de quienes hacen parte
del entorno cercano: familia, amigos, profesores, compañeros y amigos.
Este 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental,
con el lema: ‘Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad’. La campaña busca alertar sobre una posible
epidemia, resultado de trastornos asociados a los diferentes niveles de estrés,
angustia, ansiedad o depresión y a los desafíos que representa la salud mental
para gobiernos y sociedad. En 2019, la
UNICEF advertía que uno de cada siete niños y adolescentes, entre 10 y 19 años
en el mundo, tenían un diagnóstico de trastorno mental, con una cifra de
suicidios que llegaba a los 46.000 por año en este grupo etario, y a 800.000 incluyendo
toda la población. Datos recientes
muestran que al menos uno de cada siete niños ha sido afectado por el encierro,
y que más de 1.600 millones de niños han tenido alguna pérdida en temas de
educación; sumado a la brecha entre las necesidades de salud mental y el
presupuesto para atenderlas. Solo el 2% de los presupuestos de salud de los
gobiernos se destinan a la salud mental en el mundo.
El informe ‘Estado Mundial de la Infancia 2021. En
mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia’,
publicado el 5 de octubre, considerado el análisis más completo de UNICEF sobre
la salud mental de los niños, los adolescentes y los cuidadores
en el siglo XXI., advierte que los efectos de la Covid-19 sobre la salud
mental y el bienestar de los niños y jóvenes podría prolongarse durante muchos
años. La directora ejecutiva de UNICEF,
Henrietta Fore, dice que “Incluso antes de la pandemia ya había demasiados
niños abrumados por el peso de una serie de problemas de salud mental a los que
no se les había prestado atención (…) no se está dando suficiente importancia a
la relación entre salud mental y las consecuencias que se producen más adelante
en la vida”.
Pensar y ocuparse de la salud mental pasa por la concepción, el
embarazo, el cuidado y amor que recibe cada niño o niña en sus primeros
años. La infancia es la época más
importante en el desarrollo de una persona, lo que sucede allí determina la
forma en que nos relacionamos con nosotros y con el otro en la edad adulta; la
autoestima; la capacidad de enfrentar situaciones difíciles; la posibilidad de
reconocerse en la diferencia. Cuidar la
salud mental requiere poner el foco en los progenitores y educadores, en el sistema
de salud, en el papel de los adultos en la vida de los más pequeños y de los
jóvenes. Lastimosamente, es una tarea a la que no se le pone suficiente
atención; parecería que el lema es ‘que los niños crezcan como puedan y después
se verá’.
El reciente informe de UNICEF hace un llamado para fortalecer el
liderazgo colectivo alrededor de objetivos claros, por parte de gobiernos y
dirigentes en todos los sectores; romper el silencio y enfrentar los estigmas
que rodean la salud mental, permitiendo que los niños y jóvenes con
dificultades puedan expresarse; ofrecer más apoyo a los padres para la
formación de sus hijos; sacar la salud mental del aislamiento y abordar las
necesidades de niños, adolescentes y cuidadores en diferentes contextos: hogar,
academia, atención primaria de salud, protección social y respuesta
humanitaria.
Los invito a leer el informe (https://www.unicef.org/es/informes/estado-mundial-de-la-infancia-2021)
y preguntarse cómo puedo yo, desde mi rol familiar, en la comunidad, como
ciudadano, poner un grano de arena para mejorar la salud mental de quienes me
rodean y de quienes vienen detrás de mí, niños y jóvenes cuya salud mental y
emocional depende principalmente de lo que nosotros les entreguemos.
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