La semana pasada terminamos la primera etapa de ‘Diálogos
de Futuro’; un ejercicio enfocado en fortalecer la Educación Superior como
motor de transformación del país. Un ejercicio que busca sembrar las bases de
un proceso continuo, que requiere del aporte y articulación de todos los
actores que hacen parte del Sistema de Educación Superior en todo el territorio:
Instituciones de Educación Superior, empresas, Estado, y comunidad. Durante la preparación de este proceso algunos
estaban inquietos queriendo ver los entregables antes de comenzar. Esto es lo que sucede en un ejercicio de
planeación tradicional, donde el consultor debe mostrar qué tendrá el cliente
al final del ejercicio. Afortunadamente hubo personas que, por haber
participado en proyectos similares de innovación social, confiaron en el poder
de la metodología.
El éxito de una intervención de esta naturaleza, un
proceso de transformación social, como dice Otto Scharmer, no depende de lo que
hacemos o como lo hacemos, sino desde donde lo hacemos, de nuestra capacidad
para conectarnos con la mente, el corazón, y la voluntad. Es un camino que invita a fortalecer el
liderazgo interior de cada participante, para avanzar en la construcción de un
liderazgo colectivo, transformador, que contribuya tanto a los resultados de
corto plazo, como a la construcción de una plataforma sólida para un ejercicio
de largo plazo.
Diálogos de Futuro es un ejercicio de co-creación,
en el que los resultados emergen a partir del diálogo generativo. Estamos más
acostumbrados a ejercicios directivos, donde algún experto tiene la fórmula
mágica para lograr los resultados deseados. Desde mi experiencia, este tipo de
ejercicios se quedan cortos para enfrentar los grandes retos de este mundo VICA:
volátil, incierto, complejo, y ambiguo, en el que estamos viviendo. Necesitamos,
como plantea el profesor Scharmer, nuevas tecnologías sociales, basadas en la
conciencia, que aporten a la construcción de soluciones sistémicas; es decir, que
aporten a una ecología integral, tengan en cuenta a los más vulnerables, e
involucren a las generaciones futuras.
El enfoque de este proceso está basado en una
conversación estratégica que invita a escuchar con apertura y construir un
lenguaje común que permite reconocer las nuevas posibilidades que ya están en
el presente. Un ejercicio que, siguiendo
a Adam Kahane, recoge dos idiomas: el lenguaje del poder y el lenguaje del
amor. El poder es el impulso para hacer
nuestro trabajo, para alcanzar nuestro propósito, para crecer. El amor es el impulso para reconectar aquello
que es un todo, que es uno, pero parece estar roto en fragmentos.
Desde el lenguaje del poder se trabajó con metodologías
de conversación estratégica y transformación social desarrolladas por
estudiosos del tema y probadas en diferentes ámbitos: teoría U; Indagación
Estratégica Apreciativa; y planificación por escenarios. Se contó con información relevante sobre la
situación actual, retos y tendencias de la educación superior en el contexto
nacional y global; así como, el aporte de expertos en temas relacionados con la educación y el
desarrollo.
Desde el lenguaje del amor, el
proceso fue una invitación a construir juntos, con la mente, el corazón y la
voluntad abiertos, para avanzar en el fortalecimiento de un liderazgo colectivo
transformador, que reconoce el poder de la vulnerabilidad y la necesidad de
salir a la periferia, como plantea el papa Francisco, para reconocer la
necesidad de cuidado y protección que tenemos todos, especialmente los que
están en territorios abandonados y no tienen acceso a las oportunidades que
genera la educación para tener condiciones de vida dignas.
Uno de los resultados del ejercicio, en esta etapa, es la
construcción de un propósito común para la Educación Superior, que se convierta
en un faro para iluminar el camino de esta transformación en los próximos 10
años: “Promover la calidad de vida y aportar a un desarrollo incluyente y
sostenible del país y sus regiones, a partir de una formación integral,
transformadora, innovadora, de excelencia, interdisciplinaria, y de calidad”. Me gustaría invitarlo a preguntarse: ¿Cómo
puedo yo, desde mi rol como ciudadano, estudiante, profesor, empresario, padre
o madre de familia, institución a la que estoy vinculado, aportar a esta
transformación de la educación superior para enfrentar los grandes retos de
nuestro país y nuestra región en el contexto global?
Publicado La Patria, 1° septiembre 2021
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