Quiero invitarlo a viajar en el tiempo para ir a la
época de su niñez: ¿Qué memoria tiene de sus primeros años?, ¿qué le gustaba
hacer?, ¿con quién jugaba?, ¿cuánto tiempo pasaba con sus padres?, ¿cuándo
empezó a ir al colegio y cómo fue esa primera experiencia? No tenga miedo a recordar, puede que su
infancia haya sido la mejor época de su vida o tal vez no. Ahora piense en los niños que hoy tiene a su
alrededor: hijos, sobrinos, nietos, alumnos; mírelos a los ojos y observe cómo
están y cómo estaría usted si estuviera en su lugar, si hoy fuera niño o niña.
Los primeros años de la vida son determinantes para la
salud mental y emocional de una persona ¿Qué va a pasar con estos niños de la
pandemia, qué patologías, traumas, dificultades tendrán que enfrentar, después
de estar encerrados, sin ir al colegio o en una alternancia llena de
restricciones? El profesor y escritor Hans
Heino Ewers, seguidor de la literatura de autores que fueron niños durante la
II Guerra Mundial, dice que la depresión, el insomnio, el miedo injustificado e
incluso las enfermedades cardíacas son algunas manifestaciones del trauma; los
sucesos dramáticos en la infancia se graban con mucha más fuerza y permanecen
más tiempo que cuando se viven en la edad adulta. Al menos una generación de niños, judíos que
sobrevivieron al holocausto y también alemanes, perdieron su infancia por la
guerra.
No estoy segura si somos conscientes de la
importancia de engendrar, cuidar, formar y educar niños sanos, tanto física como
emocional y mentalmente; la evidencia muestra que vamos en la dirección
contraria. Probablemente, como dice el
neuropsiquiatra Boris Cyrulnik, tendríamos que ‘ralentizar la cultura’ como lo
hacen algunos países de Europa del norte, para tener niños sanos que se
conviertan en jóvenes y adultos empáticos, capaces de salir de sí mismos para
encontrarse con el otro, resilientes y solidarios, que aporten a una sociedad más
humana e incluyente. El individualismo y
la competitividad casi siempre ganan la partida aún en el sistema de educación;
parecería que solo es importante educar para el trabajo. Prueba de esto son las
pruebas PISA impulsadas por la OCDE que evalúan habilidades y conocimientos en
lectura, matemáticas y ciencias; para el 2021, incluirán preguntas relacionadas
con el pensamiento computacional. Las
capacidades cognitivas son importantes, pero ¿serán suficientes para enfrentar
la incertidumbre, volatilidad y complejidad del mundo actual?
Un ejemplo educativo que no se ajusta al modelo
competitivo es el de Finlandia. Un país que,
por cuatro años consecutivos, incluido el 2020, ha sido catalogado por la ONU como
el más feliz del mundo. Muchas cosas en Helsinki
y sus alrededores facilitan la vida cotidiana y promueven la salud; los niños
van a la escuela solos porque se percibe una seguridad muy alta; no hay barrios
marginales: todas las escuelas son de alta calidad. La educación infantil tiene como propósito formar
personas felices, permitiendo que el niño encuentre lo que realmente le
apasiona, su vocación y motivación interna. El principio fundamental es que ‘los niños
deben ser niños’, necesitan tiempo para jugar, aprender, experimentar y
desarrollar su curiosidad natural en relación con el entorno. Son muchas las diferencias en cuanto a calidad
y alto nivel de exigencia en la formación de docentes desde el sistema
universitario; reducido número de alumnos por profesor; focalizado en mantener
la curiosidad y la vocación de cada niño; privilegio a la libertad, autonomía y
relación con el entorno; valor de la participación y la reflexión; calidad y
calidez del colegio que busca ser una prolongación del hogar; entre otras. La
educación es cooperativa y la competitividad está prácticamente prohibida
porque el trabajo individual anula el sentimiento de comunidad que da sentido a
la sociedad.
El estrés, la ansiedad y la angustia que hoy nos
acompañan está acabando con nuestra salud mental y emocional, con la capacidad
de relacionarnos de manera saludable, disfrutar y valorar lo que tenemos. Estamos muy preocupados por minimizar los
efectos de la pandemia y avanzar en la reactivación económica, pero ¿deberíamos
interesarnos más en lo que pasa con los niños que serán los jóvenes y adultos
de mañana? ¿Qué podemos hacer, usted y
yo, padres de familia, academia, empresarios, dirigentes, para cambiar el foco,
de manera que los niños puedan disfrutar, descubrir y despertar un sentido de
la vida que les permita tener una vida plena?
Comentarios
Publicar un comentario