Inquietud es la palabra para definir
lo que siento cuando veo la inmediatez con la cual tratamos de solucionar los
problemas más complejos. Pandemia,
confinamiento, desempleo, pobreza e inequidad, movilizaciones sociales y paro
nacional, lentitud en la vacunación, curva creciente de contagios,
insuficiencia de camas UCI, por mencionar algunas manifestaciones de la
situación actual; y cuando todo se pone más complejo, reactivación total de la
economía. Si bien es importante reactivar la economía, parecería que apertura total
en el peor momento de la pandemia, diciéndole a una población cansada,
angustiada y tal vez desesperada, que la vía es el autocuidado, me parece poco
razonable. Tal vez es momento de una transición que invita a repensarnos para
generar nuevas posibilidades.
El sociólogo portugués Boaventura de
Sousa Santos, en su libro reciente ‘El futuro comienza ahora; de la pandemia a
la utopía’, habla de la cruel pedagogía del virus. Plantea que, así como el
siglo XIX no comenzó el 1° de enero de 1800, sino con la Revolución Industrial
en 1830, y el siglo XX comenzó en 1914 con la Primera Guerra Mundial, el siglo
XXI comienza con la pandemia, que se convierte en una marca para la sociedad de
esta época, haciendo obsoletos el modelo de desarrollo, de consumo y producción,
predominantes hasta el momento. Su apuesta para el futuro es que estamos
entrando en un período de pandemia intermitente, de confinamientos y
desconfinamientos, con un virus que seguirá mutando, para el cual habrá vacunas
eficaces y otras no, y vendrán nuevos virus. Un panorama marcado por la
explotación de la naturaleza que, junto al calentamiento global y la crisis
ecológica, aumentan cada vez más el riesgo de que los virus pasen de los
animales a los humanos, que no estamos preparados, no tenemos inmunidad, y no
tenemos como enfrentarlos.
Ante este panorama, Boaventura plantea
tres escenarios posibles. El primero puesto en marcha por los
gobiernos de derecha y extrema derecha, argumentando que la pandemia es una
gripa sin gravedad, que pasará y la sociedad regresará rápidamente a la
normalidad. Una normalidad que representa retornar a condiciones de pobreza,
vivienda inadecuada y trabajo informal, que la población ya no aguantaba, y en
muchos países, incluido el nuestro, la gente empezaba a salir a las calles para
protestar.
El segundo escenario lo denomina ‘el gatopardismo’,
haciendo alusión a la novela de Lampedusa que recoge la decadencia de la
aristocracia siciliana. La idea central es que todo cambia, pero todo sigue
igual. Las clases dominantes, preocupadas por la crisis social y económica, dicen
que esto no puede seguir así y se debe moderar un poco la destrucción de la
naturaleza y cambiar en algo la matriz energética, para lo cual hay que hacer
algunas concesiones; para que nada cambie y el capitalismo vuelva a ser
rentable. Se aplazan el descontento y la protesta social, pero no se logra
salir del problema original desencadenado por la pandemia.
Un tercer escenario menos probable, representa la posibilidad
de pensar de otra manera, construir un modelo de civilización distinto al que
viene desde el siglo XVII que se profundizó en los últimos años con el
neoliberalismo. No todos durante la pandemia tuvieron el privilegio de quedarse
en su casa, con sus familias, con todos los recursos, descubriendo otras formas
de vivir; muchos, la gran mayoría, no podían y no pueden hacerlo. Es el momento
de empezar una transición que permita construir un nuevo modelo de
civilización, a partir de los consensos que puedan generarse.
¿En qué futuro vamos a vivir? En
cualquiera de estos tres, en una combinación de éstos, o en aquél que seamos
capaces de construir. Esta transición abre las puertas a la esperanza, pero
también implica renuncias y nuevas construcciones en todos los ámbitos.
Necesitamos salir de la polarización y avanzar hacia una democracia con otras
formas de participación que no se queden en la vía electoral. Dice Boaventura
que “la democracia muere democráticamente, por elección, por vía electoral.
Hitler ganó dos elecciones en 1932, antes de su golpe”. Es tiempo de abrir la mente, el corazón, y la
voluntad para entender el punto de vista del otro, para darle voz a los que no
tienen voz, para construir juntos ese mundo en el que queremos vivir; es tiempo
de transformación, no solo del sistema, de cada uno de nosotros desde nuestro
interior.
Publicado La Patria 23 de junio 2021
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