Antes de entrar a determinar el significado del término
espiritualidad, es fundamental dejar claro el origen etimológico del mismo. En
concreto, podemos saber que emana del latín, y más exactamente es fruto de la
suma de estos tres componentes latinos:
•
El sustantivo “spiritus”, que puede traducirse
como “alma”
•
La partícula “-alis”, que se usa para expresar
“relativo a”
•
El sufijo “-dad”, que es equivalente a “cualidad”
Espiritualidad sería lo relativo al espíritu o al alma.
¿Qué es lo espiritual?
Tradicionalmente se consideraba que lo espiritual era lo
opuesto al cuerpo; pero, están totalmente relacionados. Lo que pasa es que lo
espiritual es la dimensión del ser humano que va más allá de lo biológico, de
lo material.
Siguiendo a Viktor Frankl, lo espiritual es lo que nos
libera, aún en las condiciones más adversas, en los momentos más críticos, lo
espiritual nos permite ir más allá de nuestras circunstancias, nos permite
tomar distancia frente a la situación y desde allí tomar decisiones.
Francesc Torralba, filósofo y teólogo catalán dice que lo
propio de lo espiritual es la posibilidad de salir de nosotros, desprendernos y
abandonarnos. O sea que lo espiritual es apertura, fluidez, entrega. Cuando
negamos nuestra fuerza espiritual y tratamos de suprimirla, nos convertimos en
seres oscuros y débiles, encerrados, sin posibilidades.
Torralba se refiere a la espiritualidad como un tipo de
inteligencia propia de la condición humana que todos poseemos, aunque en
diferentes grados. Todos tenemos en
nuestro interior la capacidad de anhelar el encuentro de nuestro ser con una realidad
más grande, y también tenemos la capacidad para caminar en esa dirección.
Necesidades espirituales
Hay necesidades de la persona que no son corporales,
psicológicas, ni sociales; que son espirituales. Van al fondo del ser humano y
no se pueden ubicar en lo mental o lo emocional.
Torralba dice que la espiritualidad es apertura, dinámica
creativa, movimiento, permeabilidad e interacción; lo opuesto a la cerrazón; es
autotrascendencia y se opone al narcicismo, al egocentrismo, a la adoración del
yo y el culto a la propia persona. El narcicismo, para Torralba es consecuencia
de la atrofia de la inteligencia espiritual. Un ser humano sensible
espiritualmente está en camino, trata de convertir su vida en proyecto y esto
le implica salir de sí mismo y entregarse a una razón superior a él.
Los poderes de la inteligencia espiritual
1.
La búsqueda del sentido
Deseamos
vivir una vida con sentido, con significado. Es la vivencia de la felicidad,
cuando experimentamos que nuestra vida no tiene sentido, que solo es una rutina
llena de tareas profesionales, sociales y familiares, sentimos que nuestra
felicidad se desvanece.
No solo
se trata de sentirnos bien con nosotros mismos y con los otros, lo que está en
el plano de la inteligencia y el equilibrio emocional, sino de vivir una
existencia con significado, con propósito, caminar por algo más grande que nos
permite salir adelante aún en los momentos más difíciles.
Frankl
plantea tres caminos para encontrar el sentido:
a.
Hacer o producir algo
b.
Vivenciar algo o amar a alguien
c.
Afrontar un destino inevitable y fatal con
fortaleza interior
El
sentido de la vida se concentra en el DAR y en hacer ver al mundo que
nuestro ser y hacer, con nuestro trabajo. La vida tiene sentido en las cosas
que hacemos en y para el mundo.
El
sentido de la vida es encontrar nuestro don; el propósito está en entregarlo a
los demás.
2.
El preguntar último
Las
preguntas relacionadas con la razón de la existencia ¿para qué estamos en este
mundo? ¿qué sentido tiene el mundo? ¿para qué luchar? ¿qué puedo esperar
después de la muerte?
Este
tipo de preguntas, que no tienen una respuesta concreta, nos ayudan a ejercitar
nuestra inteligencia espiritual, nos abren la puerta para encontrar nuevas
posibilidades.
3.
La capacidad de tomar distancia
Tomar distancia es no quedarse atrapado en las
circunstancias, en el contexto, en el entorno, es ser capaz de mirar la
realidad desde afuera para no caer en fanatismos, ni polarización. También nos
permite desapegarnos y vivir en libertad. No se trata de alejarse físicamente,
sino de mirar las situaciones como si no estuviéramos en ellas, lo que nos da
una mejor perspectiva de lo que sucede y nos permite encontrar nuevas
posibilidades.
4.
La autotrascendencia
Es la
capacidad de ir más allá de nosotros mismos, es el impulso vital que nos mueve
a superar los límites, entrar en nuevos mundos, para vivir más plenamente, para
disfrutar la realidad y recrearse en ella. La trascendencia es un movimiento de
superación, de innovación y creatividad que explica el desarrollo de la especie
humana. Es lo que nos permite superar nuestros límites corporales.
5.
El asombro
Una
cosa es existir, otra muy distinta es darse cuenta de que existimos; las
plantas existen pero ellas no saben que existen, no pueden tomar distancia de
su realidad, ni se preguntan por el sentido de su existencia, no experimentan
la sorpresa ni el vértigo de vivir.
Una
cosa es mirar otra admirarse de lo que vemos. La admiración requiere distancia
física, cuando estamos pegados no podemos admirar; la admiración no es tomar
distancia, es lo que nos pasa cuando tomamos distancia. El ser humano es el
único ser vivo que tiene la capacidad de sorprenderse de estar aquí, de
existir, de ser lo que es. Sin embargo, cuando descuidamos nuestra inteligencia
espiritual, perdemos la capacidad de admirar, de asombrarnos.
Sorprenderse
es quedar sobrecogido, pasmado con algo; es no saber a qué atenerse… de pronto,
uno se da cuenta que existe, que ocupa un lugar y un tiempo, que podría no
haber existido, que su existencia no era necesaria, pero que está aquí y ahora.
La falta de conciencia sobre nuestra existencia nos impide asombrarnos.
La
sorpresa es el principio del preguntar y la base del desarrollo del conocimiento,
lo que empieza por la interrogación, el preguntar por el hecho de existir.
6.
El autoconocimiento
La
inteligencia espiritual nos permite entrar en un viaje interior, para ir más
allá de lo que parece que somos, de nuestras capacidades, habilidades,
talentos. Solo quien se conoce, se examina a fondo, y es capaz de identificar
sus recursos y posibilidades, puede emprender exitosamente un camino
profesional. Cuando nos empeñamos en realizar actividades contrarias a nuestras
disposiciones naturales casi siempre terminamos frustrados.
7.
La facultad de valorar
La tarea de valorar es exclusivamente humana y nos
convierte en sujetos éticos. Somos capaces de ser sujetos éticos porque tomamos
distancia y emitimos valoraciones. Valorar es identificar las consecuencias,
positivas o negativas, que han generado nuestras decisiones. Es sopesar y
observar las consecuencias para nosotros y los que nos rodean.
Cuando creemos que hemos hecho lo correcto, nos
sentimos satisfechos; sin embargo, cuando creemos que no hicimos lo correcto,
que no actuamos de acuerdo con nuestras convicciones y criterios, nos sentimos
mal con nosotros; en este caso es necesario gestionar la emoción para
reconciliarnos con nosotros.
El hombre, dice Viktor Frankl, es más que cuerpo y
alma, también es espíritu, es mucho más que su organismo físico; como tal, es
libre y responsable…. Es un ser que se esfuerza en la realización de valores y
en el cumplimiento del sentido. No solo es una lucha por la vida, sino por el
contenido de su vida. Solo el ser humano es capaz de construir una pirámide de
valores y vivir de acuerdo con ella. Los valores son horizontes de referencia que
el ser humano es capaz de identificar.
Nos mueven nuestras necesidades, pero también
nuestros valores.
Experimentamos la llamada a los valores a través de
la inteligencia espiritual, ésta nos mueve a explorar nuevos territorios, a
realizar movimientos sorprendentes. El
ser humano es una obra abierta, con posibilidad de acabarse -construirse- a sí
mismo.
8.
El gozo estético
La
inteligencia espiritual nos da la capacidad de tomar conciencia de la belleza,
deleitarnos en ella, y captar lo sublime de las cosas.
El
animal busca la presa, cuando la tiene, la ataca y la devora. El ser humano es
capaz de tomar distancia de sus impulsos primarios, contenerlos y canalizarlos
oportunamente. Es capaz de asombrarse ante la realidad y recrearse con las
distintas formas de la naturaleza, de experimentar la belleza y sobre todo de
vivir una vida con sentido.
La
belleza no se capta solo con los sentidos, no es un objeto o una cosa; la
belleza es una experiencia espiritual. La belleza, dice Torralba, es clara,
suave y pacífica, quien la acoge para sí, participa de esa claridad, suavidad y
paz.
La
belleza, dice Kandinsky solo se puede medir por el rasero de la grandeza y la
necesidad interior…. Es bello lo que brota de la necesidad anímica interior.
Bello será lo que sea interiormente bello.
9.
El sentido del misterio
El
misterio es lo desconocido, lo que no conocemos, lo que está oculto a nuestros
sentidos; estamos rodeados de misterio; y aunque la ciencia ha avanzado mucho,
hay demasiadas cosas que no están al alcance del ser humano o de la ciencia.
Los
seres humanos nos vemos impulsados a lo largo de la historia a aclarar el
misterio del mundo y del ser humano. El misterio es un límite, pero también es
un estímulo para la inteligencia espiritual.
La
inteligencia espiritual nos ayuda a buscar preguntas; una persona profunda
aprende a convivir con las preguntas, no se enfoca solo en buscar respuestas.
La
inteligencia espiritual nos capacita para conmovernos frente al misterio de
todas las cosas y nos capacita para desarrollar un pensamiento meditativo, la
indagación sobre el sentido de la vida y el proyecto existencial. No solo
permite pensar sobre la realidad, sino sentirla tan profundamente que llegamos
a percibir el misterio fascinante que hay en ella.
10.
La búsqueda de una sabiduría
El
conocimiento científico, matemático y lógico nos ayudan a estar más cómodos en
el mundo y dominar, en parte, los cambios en la naturaleza, pero en ninguna
parte está la formula que da sentido a la existencia personal. Esto sólo se
puede encontrar por ensayo y error, desde la inteligencia espiritual,
progresando paso a paso hacia una sabiduría vital que le da significado a la
vida.
La
inteligencia espiritual nos predispone para formularnos la pregunta sobre el
sentido de la existencia, que trasciende a la ciencia y activa la búsqueda de
la sabiduría vital.
La
sabiduría no solo consiste en saber; es mucho más que eso, es saber utilizar el
saber. Es el arte de vivir y la vida es más compleja que una suma de
conocimientos. Ni la sabiduría, ni la verdad son valores intelectuales
exclusivamente, tampoco el saber de la sabiduría es puramente racional, sino un
saber tocar y gozar la realidad existente.
11.
El sentido de pertenencia al todo
Aparentemente
el mundo es una cantidad de seres desconectados que luchan por su
supervivencia; sin embargo, todo está conectado. La inteligencia espiritual nos
impulsa a ir más allá, a trascender, a tomar conciencia de las interrelaciones
y conexiones que existen entre todos los elementos del cosmos.
Cuando
se cultiva a fondo, la IE, nos permite entender que todos hacemos parte de una
inmensidad mayor y no que no hay separación. El punto de llegada de esto es la
reconciliación con el mundo, el sentirnos parte de…
Es así
como, la IE nos habilita para trascender cualquier forma de provincialismo,
discriminación, elitismo o sectarismo. Nos permite intuir que, más allá de las
diferencias, de las distinciones de género, de volumen, cantidad, proporción,
inteligencia, resistencia, formamos parte de un organismo vivo, donde cada uno
cumple con su función y donde todos dependen directa o indirectamente de otros.
Necesitamos
combatir el espíritu competitivo que, como decía Einstein: “Este espíritu
competitivo, que predomina incluso en las escuelas y en las universidades
destruye todos los sentimientos de cooperación y fraternidad, y concibe el
éxito no como el resultado del amor al trabajo bien realizado y útil, sino como
el estallido de la ambición personal y la supresión del miedo a no triunfar”.
12.
La superación de la dualidad
Este es
uno de los poderes de la IE, ver al otro como una realidad que emana de un
mismo principio, como un ser que forma parte del mismo Todo, como un hermano en
la existencia. Se trata de ser capaz de
ver que todas las partículas, aparentemente separadas, emergen del mismo Ser,
que las trasciende a todas.
Es así
como desaparece la separación entre el yo y el tú, y emerge un sentimiento de
unidad con el otro, con el mundo, con todos los seres. Esta disolución de las
fronteras entre el individuo y lo que está más allá de él se da cuando se
deshace la confrontación o la oposición.
Esta es
la base de la experiencia mística, la unión entre el yo y el mundo.
La
mística no es religiosidad, es una experiencia de unidad profunda con el Ser
que también podemos experimentar los laicos. En esta unión ya no existe el yo
separado del tú, ni el tú confrontado con el yo; hay una vivencia plena, una
unión íntima, como una gota que se funde en el agua del océano.
13.
El poder de lo simbólico
Por
cuenta de la IE, el ser humano es capaz de trascender el mundo natural y a sí
mismo, lo que le permite convertir los objetos -naturales y fabricados por él-
en realidades simbólicas, instrumentos que comunican algo que está más allá de
ellos.
El
símbolo es siempre un significado que trasciende el objeto, una cosa que evoca
un sentido que no le es propio; gracias a la IE, tenemos el poder de lo
simbólico, la capacidad de convertir objetos en símbolos y comunicarnos a
través de ellos.
14.
La llamada interior
Nadie
nace sabiendo qué le va a dar sentido a su vida; a medida que crecemos, nos
damos cuenta para qué estamos llamados. Esto es algo que tenemos que descubrir
por nosotros mismos; sólo cuando prestamos atención a nuestra voz interior
podemos enfrentarnos realmente al sentido de nuestra vida. Buscar el sentido de
nuestra vida es una invitación a escuchar atentamente lo que surge dentro de
nosotros.
Solo
quien está acostumbrado a analizarse a sí mismo y a escuchar su cuerpo y su
mundo interior es capaz de percibir su sentido, su vocación, su propósito.
La
palabra entusiasmo, proviene del griego y significa ‘tener un Dios dentro de
sí’. La persona entusiasmada era aquella que era tomada por los dioses, guiada
por su fuerza y su sabiduría y, por ese motivo, se pensaba que podría
transformar la naturaleza y hacer que pasaran las cosas.
Solo
las personas entusiasmadas pueden resolver los problemas que se presentan; la
persona entusiasta cree en su capacidad de transformar las cosas, cree en sí
misma, en los demás, en la propia fuerza que tiene para transformar el mundo y
su propia realidad.
Es
distinto del optimismo que significa creer que algo favorable va a pasar,
inclusive, anhelar que suceda, es ver el lado positivo de las cosas; mientras
que, el entusiasmo es acción y transformación, la reconciliación entre uno
mismo y los hechos.
La
vocación es la raíz del entusiasmo, lo que hace de la vida una aventura que
merece la pena vivirse, un viaje apasionante que no sabemos cómo, ni cuándo
concluye. Quien vive su vida con sentido, hace de su vida un proyecto personal
y singular, vive con entusiasmo; no quiere decir que no experimente
dificultades, pero mientras perciba que lo que está haciendo tiene sentido, no
le faltará el entusiasmo.
15.
La elaboración de ideales de vida
Los
ideales no son las ideas, tampoco son cosas tangibles que puedan percibirse con
los sentidos; son objetivos, referencias personales, aspiraciones que uno desea
hacer realidad a lo largo de la vida. Son la expresión concreta de lo que uno
quiere llegar a ser, de lo que uno se propone lograr y tienen intención de
conseguir con esfuerzo, tesón y sacrificio.
En el
mundo físico sólo hay hechos, pero el ser humano, por su potencial espiritual,
es capaz de crear un mundo alternativo, un universo ideal. El ser humano es un
ser de aspiraciones; no le basta con dormir, beber y comer, aspira a realizar
con su vida ciertos ideales, hacer de ella algo bello y digno.
Los
ideales son pequeños eslabones en la construcción del sentido. La elaboración
de ideales requiere un claro autoconocimiento, pero también voluntad de
sentido; el primero es obra de la inteligencia intrapersonal, el segundo
pertenece a lo espiritual.
16.
La capacidad de religación – conexión
La IE
es la raíz de la vida espiritual, pero la espiritualidad no es religiosidad.
La vida
espiritual es búsqueda, inquietud anhelo de sentido, camino hacia lo
desconocido, autotrascendencia. En la medida en que el ser humano se interroga
por lo eterno, por lo infinito, prepara la religiosidad. Pero la religiosidad
puede no interrumpir en la vida de una persona.
La
religiosidad es la capacidad de religarse que tiene el ser humano, vincularse a
un Ser que reconoce como distinto de sí y con el que establece alguna
comunicación. Religación es vínculo, comunicación, reconocimiento de alteridad,
unión.
La vida
espiritual puede llevar a la religación, pero no necesariamente; la
religiosidad no es confesional, es cultivo del vínculo, pero no incluye
identificación.
La
pregunta por el sentido no pertenece solo a los hombres religiosos, sino a todo
ser humano que active su inteligencia espiritual; la respuesta a la misma en
clave religiosa, es fruto de una experiencia de encuentro.
La
religación es un camino de interiorización, el progresivo descubrimiento de lo
profundo de uno mismo, pero cuando trasciende, se abre el campo a la
experiencia religiosa, se vincula al Ser superior. La religación es la vinculación con el Ser
superior. La oración, más allá de los tópicos, es el diálogo íntimo e interpersonal
que cada ser humano establece con el Ser supremo que se manifiesta en las
profundidades de la conciencia individual. Solo el ser humano es capaz de orar,
porque sólo él dispone de inteligencia espiritual.
La
oración es diálogo, comunicación intelectual y amorosa entre el ser humano y el
Ser superior, interacción que se descubre y que crece a través de la vida
espiritual; es palabra que trasciende, deseo que va más allá de sí mismo y de
todo cuanto es mundo. En la oración el Ser superior aparece como un Tu, a pesar
de ser invisible, ese Tú está omnipresente en el yo, le sostiene y le
trasciende, le abraza y le acoge, pero no le niega su fragilidad.
17.
La ironía y el humor
La IE
capacita para tomar distancia respecto del mundo, pero también respecto de uno
mismo y de los otros. La ironía es una forma de humor que se funda sobre esta
posibilidad. Solo quien es capaz de trascender, de ver a distancia el
espectáculo del mundo y de contemplar sus debilidades, excentricidades y
locuras, puede tener sentido del humor. Solo quien es capaz de captar la
vanidad del mundo, tiene la posibilidad de reírse de todo. Quien esta apegado
al mundo, a las cosas, al trabajo y a la opinión o a sí mismo, es incapaz de
humor, porque le falta la seriedad de la vanidad del mundo.
La
experiencia de la vulnerabilidad se relaciona con la seriedad; lo serio en la
vida aparece cuando nos sentimos vulnerables, y es aquí cuando aparece la
tragedia. Ahora ¿Qué tiene que ver el sentido del humor con la vulnerabilidad?
De hecho, no hay humor sin seriedad, porque el humor es lo opuesto necesario a
la seriedad de existir. Sin seriedad no habría humor, como sin día no habría
noche.
Hay una estrecha
relación entre el sentido del humor y la vulnerabilidad; en el fondo, el humor
es una reflexión en clave más liviana sobre la propia fragilidad. El humor nos
permite, en los momentos difíciles, relativizar las situaciones, hacer más
ligera la carga y tener la capacidad de enfrentar las situaciones complejas.
Cultivar la inteligencia espiritual
1.
Practicar la soledad, esta es la fuente del desarrollo de
la inteligencia espiritual; el ruido y el tumulto nos desconectan y nos quitan
la posibilidad de ir más allá de lo que está sucediendo.
El
impulso a la soledad está en proporción inversa con el crecimiento en edad.
• El niño pequeño grita con angustia cuando lo
dejan solo porque se siente desamparado, desprotegido
• Para el adolescente estar solo es como una
penitencia porque su satisfacción está en la vida social
• Los jóvenes se juntan entre sí con facilidad
• A la persona adulta, le resulta más llevadera,
puede estar mucho más tiempo solo, y más, cuando se tiene más edad
• El anciano, que ha quedado solo, encuentra en la
soledad su elemento propio.
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