Tiempo de transformación

 

Para los cristianos, cuaresma y Semana Santa son época de conversión, que quiere decir transformación, hacer distinto.  No importa si somos creyentes o no, este debería ser el propósito mayor frente a esta nueva realidad que vivimos. No me refiero a reactivar la economía, volver a la antigua normalidad, poner paños de agua tibia, tapar las profundas heridas o brechas, cada vez más visibles.  La transformación que necesitamos, independiente de las creencias religiosas, es un proceso que implica cambiar la forma de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el entorno en el que vivimos.  Para ello se requiere ir en dos direcciones: 1. Hacia afuera; como dice el papa Francisco, ir a la periferia, donde están los marginados, los que sufren, el sitio de los grandes problemas de la humanidad, donde reconocemos nuestra propia vulnerabilidad en el rostro del  otro que nos interpela y nos invita a abrir nuestro corazón a la empatía; 2. Hacia adentro de nosotros mismos, para cambiar el lugar interior desde el cual hacemos las cosas, y observar la realidad con apertura de mente, corazón y voluntad; esto es, con curiosidad, empatía y coraje, para dejar atrás, como dice el profesor Otto Scharmer del M.I.T., los enemigos que nos impiden entrar en un diálogo generativo para construir juntos nuevas posibilidades.

Estos tres enemigos que nos desconectan, nos enceguecen y nos quitan la posibilidad de trabajar juntos, son la voz del juicio, nuestras creencias, opiniones y forma de pensar, que nos ponen en primer lugar y nos hacen arrogantes; la voz del cinismo, que nos impide conectarnos con el sufrimiento ajeno y nos lleva a engañar y defender descaradamente acciones indefendibles; la voz del miedo, que nos impide dejar ir nuestras creencias y nos cierra la posibilidad de reconocer el futuro que empieza a aparecer.  Es más fácil quedarse en la zona de comodidad y pensar que hacer algo para que este mundo sea mejor no es tarea nuestra; después nos preguntamos por qué no pasa nada.  La razón es, que seguimos haciendo más de lo mismo, o tratando de volver atrás para repetir lo que hemos hecho antes, cuando sería necesario abrirnos para entender lo que pasa más allá de nuestras fronteras y creencias habituales, cambiar el sito al cual estamos mirando, y estar dispuestos a transformarnos a nosotros mismos.

En esta época, la Iglesia propone a los creyentes orar, ayunar y ofrendar.  Esta podría ser una bonita invitación para todos, aún para los no creyentes.  Qué tal si aprovechamos estos días de descanso para hacer un alto en el camino que nos permita conectarnos con nosotros y tomar conciencia; renunciar a tantas cosas que no necesitamos, no solo materiales, podríamos soltar el juzgar y culpar a otros por lo que pasa, para preguntarnos qué estamos haciendo o podríamos hacer; y, ser más generosos y solidarios, especialmente con nuestro afecto y ayuda a con los demás.  Este puede ser el principio de una espiritualidad laica que nos permita estar más presentes y dispuestos para contribuir a la construcción de un mundo mejor.

Esta espiritualidad dormida o negada, nos impide conectarnos con nosotros, con los demás y con nuestra Casa Común.  Otto Scharmer, a través de la teoría U, plantea la importancia de contribuir a la superación de las grandes brechas de hoy, ecológica, social, y espiritual, desde una perspectiva sistémica.  La pregunta es ¿Qué es ser sistémico hoy?   La respuesta está en tres criterios: 1. Ayudar a las personas más vulnerables; 2. Ayudar a nuestros ecosistemas ecológicos desde una perspectiva integral; 3. Ayudar a las generaciones futuras.  Cuando lo que hacemos no responde a uno de estos tres criterios, quiere decir que no es sistémico.  Para lograrlo, se requiere crear nuevas formas de infraestructura económica, aprendizaje y democracia; es necesario pasar, de las soluciones basadas en autoridad y jerarquía, a la acción colectiva.  Si queremos ser agentes de cambio efectivo debemos entender que no es tan importante el resultado o el proceso, sino el lugar interior desde el que operamos.  Un buen viaje de Semana Santa sería, avanzar en este recorrido hacia adentro buscando sacar lo mejor de nosotros para aportar a esta transformación necesaria.

Publicado La Patria 31 de marzo 2021

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