Esta frase de Margaret Heffernan, emprendedora de Silicon Valley,
conferencista TED y escritora especializada en temas de liderazgo y negocios, es
útil para introducir un tema cada vez más relevante ante esta nueva realidad,
donde la virtualidad se ha convertido en el principal medio para conectarnos en
los distintos ámbitos de nuestra vida. Hoy, por cuenta de las bondades de la
tecnología, podemos: estar en contacto, en tiempo real, con personas en
cualquier sitio del mundo; acceder a información y conocimiento que antes
estaba reservado para unos pocos; participar en programas de formación con los
más altos estándares de calidad en las mejores universidades, sin tener que
movernos de nuestra casa; ingresar a bibliotecas, museos, conciertos, obras de
teatro, sin desplazarnos más allá de nuestro computador, y en algunos casos, de
manera gratuita.
Aunque esto
parece positivo, llegó un monstruo llamado Covid-19, que cambió las reglas del
juego, construyó muros en el contacto físico, aisló a los niños y mayores para
disminuir el riesgo de contagio, desocupó las oficinas y las aulas, y convirtió
los hogares en un espacio multipropósito donde se desenvuelve casi toda nuestra
vida ¿Qué nos salva? Tener una buena conexión a internet, equipos tecnológicos,
una plataforma adecuada para los encuentros, y por supuesto, saber manejarlas;
quienes no lo logran, porque no están acostumbrados, no les gusta o no les
interesa, parece que van quedando rezagados en esta competencia por el que esté
más conectado desde la virtualidad.
La escritora
Heffernan, en una entrevista reciente con la BBC, decía que las habilidades más
importantes para enfrentar este mundo impredecible no eran las tecnológicas,
sino las asociadas con la imaginación, la capacidad de pensar en resultados
posibles de esta pandemia, la adaptación a un nuevo mundo, la colaboración
¿cómo trabajar con otras personas para ayudarlas y ayudarme? Cuando tantas
personas han perdido sus trabajos o están en riesgo de perderlos necesitamos
ayudarnos, porque “el mundo solo será mejor si todos mejoramos”; no es momento
para ser egoístas ni egocéntricos. “Depender de la tecnología para hacer muchas
cosas nos puede ayudar (…) pero realmente no alimenta nuestras almas, nuestra
creatividad, no le da sentido a lo que hacemos, solo nos da información” dice
la escritora, y también nos hace más dependientes, menos flexibles y adaptables
ante lo inesperado. Nos necesitamos para no perder la esperanza, darnos
inspiración e ideas, y mantenernos motivados.
El informe sobre
el futuro del empleo 2020, publicado recientemente por el Foro Económico
Mundial, hace un balance sobre el impacto de dos temas: la cuarta revolución
industrial y la recesión económica de la pandemia, en un contexto de
desigualdades sociales y económicas importantes; buscando dar claridad sobre la
crisis actual frente a otros momentos en la historia, y perspectivas en
términos de adopción de tecnología, empleos y habilidades para los próximos
cinco años. Según la opinión de empresarios entrevistados, en 25 países
desarrollados y emergentes, de 15 sectores industriales, las habilidades que
cobrarán más importancia se relacionan con la capacidad de análisis y
pensamiento crítico, la resolución de problemas, el aprendizaje activo, la
resiliencia, la tolerancia al estrés, y la flexibilidad.
La
incertidumbre está aquí para quedarse y estaremos mejor preparados para
enfrentarla, tanto desde la perspectiva empresarial para la reactivación
económica, como desde la construcción de sociedad, si aprendemos a abrazarla; no
en la soledad y el aislamiento, sino en el trabajo conjunto que se realiza
cuando somos capaces de salir de nosotros mismos para ver al otro más allá de
las apariencias y las palabras, con nuestro corazón y con nuestra alma. Este es
el gran reto de la educación, tanto en el ámbito de la escuela y la
universidad, como en la familia y en la sociedad; tenemos la responsabilidad de
aportar a la formación de seres humanos auténticos, sensibles, vulnerables,
humildes, empáticos, compasivos, solidarios, capaces de aportar a la
construcción de un propósito mayor que da sentido a su vida. Es hora de
reconocer que somos mejores que las circunstancias de hoy, no el aislamiento
sino en el encuentro genuino con el otro, porque es ahora cuando más nos
necesitamos.
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