La túnica, el bastón y el plato de madera


 

Hemos sido testigos de una ‘pataleta vergonzosa’, protagonizada por Donald Trump ante su derrota frente a Joe Biden, en el proceso electoral de Estados Unidos.  La BBC analiza cinco razones que podrían explicar lo sucedido: 1) El voto anti-Trump, producto del cansancio del electorado frente a un discurso que perdió credibilidad en estos cuatro años; 2) El apoyo de un grupo clave de estados con tradición demócrata, que se sintieron más identificados con un candidato de origen humilde, católico, simpatizante de los sindicatos; 3) Una amplia coalición, con más de 74 millones de votos, que incluyen población afro estadounidenses, mujeres blancas con estudios universitarios, e instituciones científicas; 4) La crisis sanitaria, social y económica, resultado del mal manejo de la pandemia; 5) Un rival más cauto, con un mensaje de unión y recuperación para un país dividido. Algunos analistas dicen que, tal vez Biden no sea el político más talentoso, pero es la clase de persona empática, con bajo perfil, que los norteamericanos querían ver, después de 4 años de ‘furia y fuego’ de Donald Trump.

Parece un buen contexto para hablar de HUMILDAD; algo que el señor Trump desconoce y esperaríamos tenga más a la mano Biden. Este mundo, incierto y complejo, no necesita más abuso de poder, discriminación y polarización. La palabra humildad viene del latín ‘humilitas’ que a su vez viene de la raíz ‘humus’ que quiere decir ‘tierra’. Una persona humilde reconoce que todos venimos del mismo sitio, tenemos la misma dignidad y somos valiosos; nadie es mejor o está por encima de otros.

Este cuento sobre la humildad es del psicólogo argentino Jorge Bucay (*). Había un hombre sabio en una comarca, a quien el rey decidió llevarse al palacio, para convertirlo en su consejero. El rey lo consultaba todos los días y siempre encontraba respuestas sensatas. Un día, los consejeros del reino le dijeron al rey que el sabio estaba conspirando contra él porque todos los días a las 5 de la tarde se encerraba en un cuarto con otras personas; el rey fue ese día al cuarto y encontró al sabio solo, con una túnica raída, un plato de madera y un bastón viejo. El sabio le dijo que cada día venía a este sitio para conectarse con los únicos objetos que tenía antes de llegar al palacio: su túnica, su bastón y su plato de madera, para no dejarse llevar por los lujos del palacio y correr el riesgo de olvidar quién era y de dónde venía. Humildad es no olvidar nuestro origen, no desconectarnos de nuestra humanidad, no creer que somos un título, un cargo o dinero en el banco. No tenemos la verdad y no somos perfectos, no tenemos derecho a maltratar, discriminar, ignorar, a ningún ser humano.

Edgar Schein, profesor emérito de la escuela de gerencia del M.I.T., consultor de importantes compañías norteamericanas y escritor de libros sobre liderazgo, cultura y aprendizaje organizacional, dice que para construir relaciones positivas debemos diferenciar tres tipos de humildad; la que sentimos cuando tratamos con personas mayores y dignatarios; la que sentimos en presencia de quienes nos impresionan con sus logros; y la humildad ‘aquí y ahora’, que resulta de nuestra dependencia ocasional de otra persona: un jefe, un maestro, un médico. En cualquiera de estas situaciones podría haber algún tipo de ‘humillación’, al sentirse menos que el otro ¿Qué se necesita para no caer en la trampa y construir relaciones donde todos se sientan valorados y puedan aportar desde sus propias capacidades? Que los dos, y especialmente quien ostenta el poder, recuerde su túnica raída, su bastón y su plato de madera; que además de abrir la mente para escuchar lo que el otro dice, abramos el corazón a la compasión para comprender lo que le pasa, esto es empatía. La humildad es condición fundamental para enfrentar los retos de este mundo VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo. Los invito a ir a ese cuarto donde podemos conectarnos con nuestra esencia humana y vulnerable, para que, la próxima vez que nos sintamos mejor que alguien, recordemos que venimos del mismo sitio y somos iguales.

(*) Historia de Latiff, un cuento de Jorge Bucay.

Publicado La Patria 11 noviembre 2020

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