Elijamos cuidar

 



El día mundial de la salud mental se celebró este año en medio de esta pandemia, con cambios dramáticos y rupturas importantes en muchos aspectos de la vida, que se reflejan en incertidumbre, ansiedad y preocupación por el futuro.  Es imposible predecir cómo vamos a salir y cuál es el mundo que seremos capaces de construir, desde el miedo, el individualismo, la corrupción y la radicalidad, que se ve en algunos dirigentes, grupos, y personas.  Por fortuna, hay quienes trabajan en la promoción de iniciativas para avanzar juntos hacia un futuro más promisorio y esperanzador.  

No es un tema menor, reservado al ámbito privado; la salud mental es un balance en los diferentes aspectos de la vida, que se traduce en bienestar; permite ser productivos, desarrollar las potencialidades, construir relaciones armónicas, y enfrentar el estrés normal de la vida.  Un tema fundamental para la calidad de vida personal, así como para nuestra capacidad de construir juntos y aportar al desarrollo integral y humano de la sociedad.  Muchos factores intervienen en la salud mental de una persona: biológicos, psicológicos y sociales; cambios inesperados, estrés y presión laboral o académica, discriminación y exclusión social, hábitos de vida no saludables, violencia, violación a los derechos humanos, y presiones socioeconómicas.

Según la Organización Mundial de la Salud -OMS-, casi mil millones de personas viven con un trastorno mental; uno de cada 5 niños, niñas y adolescentes es diagnosticado con un trastorno mental; la depresión es uno de los mayores desórdenes que afecta la población mundial, especialmente a niños y adolescentes; cada 40 segundos se suicida una persona; quienes tienen alteraciones mentales graves mueren 10 o 20 años antes que el resto de la población.  Mientras que, la inversión en salud mental solo alcanza el 2.8% del presupuesto total de salud; en países con ingresos altos puede llegar al 5%, y en los que tienen ingresos bajos, solo es el 0.5%.  

Este era el panorama antes de la pandemia, y no es posible predecir cuál será el impacto después de ésta;  sin embargo, es claro que enfrentamos desafíos de adaptación que sobrepasan la cordura de muchos: labor incansable de los trabajadores de la salud; necesidad de salir a la calle para conseguir el sustento; trabajar, estudiar y relacionarse virtualmente, sin opción de contacto físico; compartir espacios reducidos y recursos tecnológicos limitados en el hogar; quedarse sin empleo y perder los ingresos; distanciamiento de enfermos, mayores, o personas en situación de discapacidad; imposibilidad de despedir a quienes mueren por el virus; falta de un abrazo en momentos de dolor y dificultad.

Si queremos prevenir y cuidar la salud mental, propia y de los que nos rodean, en empresas, instituciones y familias, debemos asumir nuestra responsabilidad personal: observarnos y tomar conciencia sobre cómo estamos, aceptar las emociones que acompañan la incertidumbre, reconocer que podemos estar decaídos, preocupados, tristes y molestos; abrir espacios de conversación que inviten a compartir, con honestidad, lo que le pasa a cada uno, las dificultades que está enfrentando, los dolores y vacíos que no le permiten dar lo mejor de sí.  La conversación empática nos permitirá reconocer quiénes necesitan compañía y ayuda; prevenir estados de ansiedad y depresión mayor con consecuencias irreversibles, que también afectarán el desempeño y los resultados.  Tan importante es tener una actitud positiva y apreciar lo que tenemos, como reconocer lo que no está bien y aceptar que solos no podemos.   

Se requieren cambios importantes en políticas e inversión; trabajo interinstitucional articulado en pro de ambientes seguros para los distintos grupos poblacionales; tomar conciencia sobre la necesidad de reconocernos humanos, vulnerables, necesitados de cuidado y protección.  Es hora de preguntarse qué pasa con la salud mental de los niños que ya no pueden ir al colegio, los adultos mayores alejados de sus familias, los que deben salir con miedo al contagio, los que están 24 horas conectados a un computador, los que se quedaron sin trabajo e ingresos; los que no tienen atención adecuada de salud; los que se quedaron solos; los que ya tenían algún trastorno previo.  Esta situación amenaza la salud mental de todos, elijamos cuidar la nuestra y la de quienes nos rodean. 

Publicado La Patria 14 de octubre 2020

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