Ir más allá


Una dimensión que considero fundamental, para avanzar frente a la adversidad, es la espiritualidad; entendida como ir más allá de los límites materiales que definen el espacio en el que nos movemos en nuestra cotidianidad. Soy consciente que este tema puede generar reacciones adversas; para algunos puede estar asociada a religión o iglesia; para otros, a prácticas de meditación enfocadas en alejarse del ruido. Para mí, es un camino largo que me llevó a un encuentro significativo y profundo con Dios, que inicié hace algún tiempo y en el que espero seguir avanzando hasta el último día de mi vida.

En una de las presentaciones de mi proyecto de investigación en la  Maestría de Humanidades y Teología, un profesor me preguntó “¿Qué es la espiritualidad? ¿Por qué no trabaja mejor sobre valores? La espiritualidad no tiene nada que ver con el desarrollo de la sociedad.” En ese momento sentí una gran desilusión, tal vez debía cambiar mi tema de investigación, pero ¿Qué sentido tenía estudiar humanidades y teología si no podía conectar el desarrollo con la espiritualidad?  Hoy se que hice lo correcto, creo que, si algo nos hace falta en la sociedad actual y especialmente en este tiempo de transformación, es una mirada más espiritual de la realidad; esto es, una aproximación profunda y trascendente que tenga en cuenta el verdadero valor del ser humano, de la vida, del encuentro con el otro, de la solidaridad, de lo que significa calidad de vida y buen vivir para todos.

¿Qué es espiritualidad? Lo que he aprendido, en los libros de teología y en la Biblia, es que el Espíritu es la Gracia de Dios que es sabiduría, memoria y conexión, entre otros. Palabras llenas de significado, aún sin ponerles un contenido cristiano. Gracia es gratuidad, esto es generosidad; sabiduría es entendimiento y comprensión; memoria es recuerdo vivo; conexión es encuentro y relación profunda. También diría, desde mi experiencia personal, que la espiritualidad es una invitación a conectarse con la esencia, dejar a un lado todo lo que nos distrae y nos aleja de lo que de verdad es importante; no son los bienes materiales, ni la posición social, el poder o el conocimiento académico, todo eso se puede perder en un instante. De hecho, la pandemia está demostrando que ni la riqueza ni el poder son suficientes para protegerse del contagio.

La espiritualidad, como hoy la entiendo es esa capacidad que, como seres humanos, nos permite comprender que todos somos igualmente valiosos, aliviados o enfermos, ricos o pobres, doctores o sin estudio, blancos o negros; somos humanos, vulnerables, necesitados de protección y cuidado, con un potencial y unas capacidades que quisiéramos descubrir y fortalecer, para que nuestra vida tenga sentido, para dar significado a lo que hacemos. Parece simple, pero en realidad es complejo; especialmente, porque la educación se volcó hacia la productividad y la competitividad, descuidando, de alguna manera, los aspectos asociados con el desarrollo humano y la capacidad de construir relaciones armónicas que aporten al tejido social. Francesc Torralba la llama inteligencia espiritual, que nos hace más abiertos y permeables, capaces de conectar con el fondo de los otros; nos habilita para tener aspiraciones más profundas y construir un propósito que integre, conecte, trascienda y de sentido a nuestra vida.

Creo que vale la pena hacer una lectura de la pandemia en clave de espiritualidad. Qué propósito, más allá de cuidar la salud y la economía, puede tener este aislamiento social para nuestra vida, para nuestro crecimiento como seres humanos, cuáles son las lecciones que nos está dando este pequeño y brutal enemigo. Lo que pasa afuera de nosotros es solo una parte de nuestra realidad, siempre habrá amenazas y riesgos, pero ¿Cuál es el llamado que nos hace esta situación a cada uno de nosotros para aportar a la construcción de una mejor sociedad? ¿Nos estamos quedando en la tragedia de la pandemia o estamos escuchando el llamado a la transformación? ¿Cómo nos estamos cuidando y estamos cuidando a los que nos rodean? ¿Qué tanto nos permitimos salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro y construir juntos un propósito mayor que nos devuelva la esperanza?  

Publicado La Patria 22 de julio 2020

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