El 14 de abril de 1912 se hundió el Titanic; un barco
‘insumergible’, construido como el objeto móvil más grande del mundo que,
después de navegar cuatro días y medio, se hundió, llevándose más de
1.500 vidas. Una historia conocida que nos deja lecciones: La arrogancia de
quienes decidieron construir un gigante indestructible; pensar que un barco para
2.400 pasajeros, que atravesaría el océano, podía no tener botes salvavidas suficientes;
el exceso de confianza en que nada podía pasar; el descuido imperdonable o
falta de interés por el cuidado de la vida. Esta historia ilustra la tendencia humana
a quedarnos en la superficie, sin ir más allá para entender el panorama
completo. Una forma de ver la realidad que puede asociarse con: Necesidad de
tener respuestas y soluciones rápidas; creernos muy inteligentes y pensar que
con la primera mirada es suficiente; miedo a ver lo que no se quiere ver;
incapacidad para aceptar la incertidumbre y necesidad de control, entre otras. Hoy
estamos en medio de la oscuridad de la noche sintiendo el choque de la
humanidad con la Covid-19, pensando que es tiempo de volver a la normalidad y
que se trata solo de: controlar el contagio y reactivar la economía ¿Será
verdad?
La salud y la economía son los primeros afectados; el virus es
nuevo y aún no se llega a la solución esperada. La medida que parece más
efectiva es el aislamiento social, evitando el contacto físico con la
enfermedad para preservar la vida, la cual va en contra del dinamismo de la
economía; porque el mercado, los clientes, están encerrados y sin dinero. Como
se cree que la gente no compra porque no puede salir, se generan incentivos
para que salgan a comprar: ‘Hay que quedarse en casa para evitar
aglomeraciones, solo pueden salir el día autorizado, siguiendo los protocolos’;
‘salgan a comprar masivamente porque hay descuentos, pero si se contagian,
ustedes son responsables; ‘necesitamos recursos para atender la emergencia,
pero vamos a descontar el IVA, para que compren más barato’; ‘trabajen y
estudien desde la casa, utilizando la tecnología, pero si no tienen computador
o internet, no lo pueden hacer’.
Tanta incoherencia genera cada vez más confusión; que podría
disminuirse si, en cambio de quedarnos en los eventos, reconociéramos que
estamos ante una realidad compleja que requiere una mirada sistémica. Podríamos
decir que el coronavirus fue el iceberg con el cual chocó la humanidad, el
planeta, no solo China, Estados Unidos y Brasil, por mencionar algunos con la
curva más alta; todos estamos en riesgo. La Covid no es la causa de todo lo que
pasa; muchas cosas estaban sucediendo y eran motivo de preocupación; solo que, se
hicieron más visibles y se tornaron casi insoportables: arrogancia de los
dirigentes; corrupción; polarización; mala distribución de la riqueza; pobreza,
hambre, marginalidad y exclusión; falta de valoración y cuidado de la ‘Casa
Común’; brecha cada vez mayor entre quienes tienen y quienes no están en
capacidad de desarrollar su potencial; pérdida del valor de la vida y falta de
una ética del cuidado.
Demasiados problemas en un mundo que no quería reconocer la
realidad, tomar conciencia y mirar hacia adelante para identificar cuáles
podrían ser las consecuencias hacia el futuro. Considero que, la pandemia es una
señal de alarma, resultado de la forma en que estábamos y queremos seguir
viviendo; y se pondrá peor, no porque la economía se siga deteriorando, lo que sin
duda es grave, sino por buscar únicamente soluciones rápidas que permitan
volver pronto a la ‘antigua normalidad’. Es tiempo de ampliar la mirada, ponerse otro
par de anteojos para observar la realidad, reconocer dinámicas más profundas, identificar
los verdaderos detonantes y los diferentes impactos que se generan; buscando
avanzar en la co-construcción de nuevas posibilidades. La ciencia, la
tecnología y la economía son fundamentales; pero, solo en diálogo con la
empatía, la compasión, la solidaridad y el reconocimiento del otro, podremos generar
una transformación que aporte al buen vivir. Es una sacudida fuerte que no
hubiéramos elegido, pero estamos aquí y necesitamos enfrentarla, con conciencia
clara, con humildad y esperanza para construir juntos una sociedad con valores,
incluyente, equitativa y solidaria.
Publicado La Patria 24 de junio 2020
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