Los cambios, especialmente los
que se consideran mayores, como el que estamos viviendo por el coronavirus, generan
incertidumbre, y ésta a su vez despierta emociones como miedo, rabia, tristeza,
impotencia y frustración. Este es el sitio desde donde, en muchos casos, de
manera apresurada y buscando salir de la situación, se toman decisiones
importantes; sin embargo, habría que ponerle cuidado a la frase ‘no se cortan
los árboles en invierno’. En tiempos de incertidumbre y crisis más vale hacer
un alto para reflexionar, tomar conciencia y ver el panorama de manera más
completa. Algunos todavía piensan que ‘no es para tanto’, que ‘esto ya había
pasado en la humanidad muchas veces’. Sorprende leer o escuchar este tipo de
afirmaciones por parte de ciudadanos, pero más aún de dirigentes, científicos y
académicos.
Veamos lo que dice el informe ‘Perspectivas
de riesgos de la Covid-19’ publicado este 17 de mayo, por el Foro Económico
Mundial, con el apoyo de Marsh & McLennan. Este documento surge de una
encuesta a 350 profesionales de riesgos de alto nivel, a quienes se les pidió
que evaluaran los próximos 18 meses y clasificaran sus mayores preocupaciones,
sobre la probabilidad e impacto para el mundo y los negocios. Se mencionan cuatro
áreas principales de preocupación: 1) Cambios estructurales en la economía
mundial del futuro por acumulación de deuda, modificación en las relaciones
económicas mundiales y en los patrones de consumo, crisis profunda en economías
emergentes; 2) Contratiempos en la sostenibilidad ambiental, debido a la
necesidad de reactivar la economía, lo que puede generar cambios en las
prioridades de inversión; 3) Altísima dependencia tecnológica; aunque la
tecnología ha sido fundamental para el manejo de la crisis, también se han
aumentado los riesgos por ataques cibernéticos, fraude de datos y desigualdad;
4) Ansiedades sociales relacionadas con fragilidad en sistemas de salud pública
y vulnerabilidad de las personas.
Este último contempla temas como el
desempleo estructural, que impacta la desigualdad y la marginalidad, que se
traducen en problemas de salud mental y emocional; así como, en dificultades en
las relaciones sociales. Adicionalmente, hay que considerar el temor y la
ansiedad que puede generar, en muchas personas, la automatización acelerada de
las actividades laborales y las nuevas modalidades de trabajo en casa y
virtualidad. En el estudio mencionado, los encuestados también consideran la posibilidad
de un derrumbe, a mediano plazo, de algunas economías en desarrollo; lo que
tendría graves consecuencias humanitarias.
Además, se plantean riesgos relacionados con las perspectivas educativas
y generación de ingresos de los más jóvenes.
Retos monumentales que deberían
movilizar nuevas formas de liderazgo. No se trata de ejercer el poder y la
autoridad para recuperar la normalidad del pasado, tampoco se trata de tener la
varita mágica para solucionar todos los problemas. Es hora de fortalecer un
liderazgo que: entiende la transformación como el paso de un sistema
individualista a un ecosistema que se nutre de relaciones basadas en la
confianza y el respeto mutuo, para generar reciprocidades; reconoce y valora la
contribución de todos, desde sus capacidades y competencias diversas; aprecia los
recursos internos de las personas como un insumo clave para la generación de
riqueza y bienestar. Recursos como, empatía, conciencia, transparencia,
generosidad, resiliencia, gratitud, pensamiento crítico, entre otros. Para avanzar
en esta dirección es necesario cambiar la ecuación; aceptando que el
crecimiento y la rentabilidad son resultado de un trabajo colaborativo, entre personas que cada
día buscan dar lo mejor de sí, no a la inversa.
Liderazgos autoritarios basados
en poder y control, liderazgos enfocados solo en lo económico, liderazgos individualistas y
egocéntricos, no serán útiles ante los nuevos retos. David Colomer, CEO de ‘IPG
Mediabrands Iberia’ dice: “Liderar no es un juego de niños, no es algo
superficial y etéreo, no es algo que se consigue de un día para otro”. Este es
un gran desafío que implica dominar, como mínimo, dos idiomas: el lenguaje de
la razón y el de la emoción. También sería deseable empezar a hablar el
lenguaje de la espiritualidad, entendida como la capacidad de trascender y salir
de nosotros mismos para encontrarnos con el Otro, y construir juntos una
sociedad donde todos tengamos la misma dignidad y oportunidades.
Publicado La Patria - 27 mayo 2020
Publicado La Patria - 27 mayo 2020
Comentarios
Publicar un comentario