"Algo muy grave va a pasar en este pueblo"



Este es uno de los cuentos de García Márquez. Un pueblo muy pequeño, una señora mayor que en el desayuno transmite a sus hijos su preocupación, porque algo grave va a pasar en el pueblo ese día.  El rumor se esparce, algunos empacan sus cosas y abandonan el pueblo. Una de las últimas personas en salir decide incendiar su casa para que la desgracia no caiga en ella, los que quedan siguen su ejemplo. Al final del día el pueblo está desierto e incendiado “todos huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un 79 éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio y le dice a su hijo que está a su lado: ¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?”.

Este domingo fui al supermercado para comprar algunas cosas que necesitaba, entre ellas jabón líquido y papel higiénico; normalmente solo compro lo necesario. Esta vez me sentí ‘aterrada’, las imágenes del supermercado me recordaron el cuento de Gabo. El supermercado estaba lleno de gente con unos carros gigantes con papel higiénico, jabones y comida no perecedera; fui al pasillo donde están las cosas de aseo y no había casi nada; escuché a una empleada que decía ‘cuando abrimos esta mañana había una fila inmensa de gente esperando para entrar, llegaron a llenar carros con cosas de aseo y comida, nos vamos a morir, pero no de ese virus, sino de hambre’.

No hay que dar la espalda a la realidad. El Covid-19 tiene un riesgo de contagio muy alto, que afecta de manera grave a quienes tienen un mayor grado de vulnerabilidad, también puede generar complicaciones respiratorias en el resto de la población. Sin duda, debemos respetar las medidas preventivas para que la curva de contagio sea más leve y para que los sistemas de salud no colapsen. Desafortunadamente, estamos confundiendo precaución y cuidado que se relacionan con pausa, serenidad y conciencia, con imprudencia y caos, que se asocian con acelere, ansiedad y ligereza, que sin duda empeoran el panorama. El miedo, la ansiedad y el pánico tienen consecuencias, tanto en el comportamiento social de las personas, como en su sistema inmunológico.

Tal vez el coronavirus está diciendo: ‘oigan humanos, ustedes que son tan arrogantes y creen que todo lo pueden controlar, es hora de tomar conciencia sobre su vulnerabilidad; cuídense y cuiden a sus seres queridos’. Me pregunto si, la forma de cuidarnos y prevenir el  riesgo de contagio, es entrar en esta locura colectiva donde todos envían mensajes que desinforman y aumentan el miedo irracional que lleva a comprar sin pensar, como si el ‘tener de todo’ fuera una vacuna que inmuniza. La verdadera solidaridad comienza cuando soy capaz de salir de mi egoísmo para reconocer el rostro del otro que sufre y caminar juntos hacia un propósito común ¿Cuál es el propósito común que nos mueve frente al riesgo de este virus? Tal vez sea hora de salir del egocentrismo para entrar en la construcción de una sociedad más humana y resiliente.

Enviar todo lo que se recibe, comprar todo lo que pueda, cerrar la puerta de la casa con candado y mantener distancia con todas las personas, parece tan irracional como incendiar el pueblo y huir, porque algo grave va a pasar. Creo que lo más grave ya está pasando, perdimos el norte y la capacidad de pensar con serenidad, estamos perdiendo el sentido y comportándonos como el pueblo en el cuento de Gabo o los  ciegos del ‘Ensayo sobre la ceguera’ de Saramago. Hagamos una pausa y revisemos cuáles son las lecciones que está situación le deja al mundo, a una humanidad que corre desesperadamente por lograr metas y resultados a costa de lo que sea, sin reconocer el sufrimiento y dolor que nos rodea, del que sí somos responsables y sobre el cual sí podríamos hacer algo.  No puedo pensar en nada distinto a recuperar el sentido de la vida o tener una VIDA CON SENTIDO, como es el nombre de mi nueva propuesta que estaré compartiendo próximamente.

Publicado La Patria - marzo 18 de 2020

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