Quiero compartir con ustedes algunas inquietudes
sobre un tema que cada vez está más presente en la sociedad de hoy, pero al que
le tenemos un poco de miedo. Empecemos por revisar el según la Real
Academia -RAE: ‘del latín vulnerabilis, que puede ser herido o recibir lesión,
física o moralmente’. Como las heridas generan dolor, la mayoría, por no decir
todos, las evitamos; si por alguna razón nos hieren, tratamos de hacernos
los fuertes y aparentar que nada pasó, negamos el dolor o el sentimiento
que nos genera la herida.
Tenemos miedo al dolor, sentimos vergüenza que otros sepan que no somos lo suficientemente fuertes, y tal vez por eso nos protegemos, lo negamos, lo escondemos y hacemos como si no pasara nada.
En una situación como la que estamos viviendo hoy, por la Covid 19, la cuarentena, el recogimiento, el no poder salir, parece que nos hubieran quitado la posibilidad de protegernos, nos mandaron a estar con nosotros mismos. Hoy todos estamos igualmente expuestos al contagio, corremos el riesgo de cambiar nuestra forma de vida, cambiar nuestros hábitos, alejarnos de espacios y personas que nos hacían sentir seguros, quedarnos sin trabajo, etc.; sin embargo, por momentos parecería que los vulnerables sólo son los ancianos, los diabéticos o los que tienen deficiencias en su sistema inmunológico.
A veces confundimos vulnerabilidad con escasez, pobreza y debilidad; hoy escuchaba un dirigente de la región que hablaba de las ayudas para los vulnerables, los que viven en estrato 1, 2 y 3; el punto es que, todos somos vulnerables. Me gusta definir vulnerabilidad como LA NECESIDAD DE CUIDADO Y PROTECCIÓN QUE TENEMOS TODOS LOS SERES VIVOS Y POR SUPUESTO LOS HUMANOS. Vulnerabilidad es ser humano; sin embargo, no lo reconocemos; el problema es que, cuando escondemos, negamos, peleamos con el dolor, la tristeza, el miedo, la incertidumbre, nos ponemos una coraza, que se convierte en un obstáculo para sentir felicidad, amor y ser creativos.
Bloquear las emociones que algunos calificamos como negativas -lo que no es cierto- nos cierra la posibilidad de conectarnos significativamente con otros, nos bloquea la sensibilidad y la posibilidad de reconocer al otro. Bloquear las emociones que ‘nos ablandan’ también es sinónimo de arrogancia y superioridad y ese, sin duda, es un mal sitio para acercarnos a los otros, para acompañarlos, para ayudarlos o para amarlos.
Qué relación hay entre vulnerabilidad y valentía, a veces escuchamos que son conceptos opuestos, dos extremos que no se tocan ¿será verdad? ¿ustedes que opinan?
Quiero invitarlos a que traigan a su memoria el momento de su vida en el que se sintieron más valientes
- ¿Qué pasó?
- ¿Había incertidumbre?
- ¿Tuvieron que arriesgarse?
- ¿Estaban seguros de lograrlo?
- ¿Tenían alguna preocupación, temor o vergüenza?
Probablemente la respuesta sea … todas las
anteriores.
Mi momento de mayor valentía fue haber aceptado
casarme con un pescador e irme a vivir a la selva, dejándolo todo… aunque
alguien me preguntó si había sido más fácil irme o regresar a la vida citadina
y sin dudarlo dije: ‘mucho más fácil irme porque estaba enamorada’, regresar
fue reconocer que como psicóloga y consultora en estrategia había hecho algo
que realmente me expuso física, económica y emocionalmente. Pero lo más
importante es que, esta es la experiencia que más le ha aportado a mi vida,
donde más he aprendido como ser humano, donde me conecté con toda mi vulnerabilidad,
corrí riesgos y estuve muy expuesta emocionalmente. Y aquí estoy …. Contando mi
historia.
Probablemente ustedes también han tenido grandes
aprendizajes en sus experiencias de vida; eso se llama VALENTÍA. No hay
valentía sin vulnerabilidad. Nos atrevemos a ser valientes cuando estando en
momentos de incertidumbre, corremos riesgos aún sabiendo que no llegaremos de
primeros, que podemos fracasar, que tenemos miedo y probablemente algo de
vergüenza, pero lo hacemos.
¿Qué comparten entonces la valentía y la
vulnerabilidad?
1. La
incertidumbre
2. El
riesgo
3. El
miedo, la vergüenza à la exposición emocional
No somos más fuertes porque negamos nuestra fragilidad, somos más fuertes porque reconociéndola nos atrevemos y, aunque el resultado no se dé, siempre podemos aprender.
La socióloga Brené Brown, quien es una de las
escritoras que me inspira en esta escrito, dice que debemos derrumbar 4 mitos
que hemos construido alrededor de la vulnerabilidad:
1.
La vulnerabilidad es debilidad; no, la
vulnerabilidad nos permite reconocer que podemos correr riesgos y equivocarnos
y está bien; no somos perfectos y, si nos atrevemos, podemos aprender. Miremos
una de las emociones que se asocian con la vulnerabilidad, el miedo. Una señal de amenaza o riesgo. Si reconocemos el miedo entenderemos que es tiempo de cuidarnos y cuidar a quienes nos rodean que también tienen miedo y son vulnerables.
2. Los otros son vulnerables. Vulnerables
somos todos, no importa si lo reconocemos o no; siempre podemos caernos y
equivocarnos, y también podemos volver a levantarnos ¿Dónde hay un ser humano
que no sea susceptible de ser herido física, emocional y moralmente? La
insensibilidad en lo físico es una enfermedad y en lo emocional y moral puede
ser un tipo de trastorno psicológico o moral. La insensibilidad es dureza,
apatía, indiferencia, arrogancia que no ayudan para nada a conectarnos
significativamente con los otros.
3.
Puedo solo. No, necesitamos ayuda, sentirnos acompañados,
cuidados y protegidos; es aquí cuando somos más fuertes, cuando podemos
construir redes de colaboración que nos apoyan. No basta con unirse para lograr
un resultado común, eso puede ser más bien un negocio; lo que necesitamos es
saber que nos necesitamos los unos a los otros, que cada uno aporta algo
valioso.
4.
Primero confianza y después vulnerabilidad. No es
del todo cierto, cuando nos mostramos como somos generamos confianza en el
otro; las corazas endurecen, generan distancia e impiden construir relaciones
sólidas. También es cierto que la relación entre confianza y vulnerabilidad es
de doble vía, porque mientras más confianza hay más posibilidad tenemos de
quitarnos las máscaras. Y de todos modos, primero necesitamos reconocernos y
mostrarnos como somos, con nuestras fortalezas y también con nuestras
oportunidades de mejora, luces y sombras.
Ser vulnerable es ser humano, saber que nos vamos a
caer y permitirnos caer y en ese sitio, cuando estamos tirados en el suelo
vamos a ver a otros que están caídos y es ahí donde nos vamos a conectar,
porque somos iguales porque nos necesitamos. Ayudar y apoyar desde una posición
de superioridad es solo como dar limosna, yo puedo y él no, pobrecito. Estar
con el otro y dejarnos tocar por su sufrimiento es lo que verdaderamente nos
permite acompañar.
Sin vulnerabilidad no me puedo conectar conmigo, no
puedo reconocer y valorar al otro; no puedo generar confianza, no puedo
escuchar el corazón del otro, no puede haber EMPATÍA y aunque ese es otro
capítulo, vale la pena recordar que la empatía no es un tema de entendimiento
de lo que el otro piensa, es la conexión con lo que el otro siente, es la
conversación de corazón a corazón.
El valor de un ser humano no está en llegar primero, ser mejor, más fuerte que otros, sabérselas todas; está en saber que puede fracasar, equivocarse, enfermarse, agotarse, entristecerse, tener miedo, y de todos modos intentarlo y salir adelante.
La tarea de los psicólogos y coaches no es ofrecer a las personas lo que ellas no tienen, es ser capaces de conectarnos con el corazón, ponernos en su piel y acompañarlos amorosamente, sabiendo que él o ella también soy yo; no te ayudo o acompaño porque eres un pobrecito, lo hago porque eres un ser humano valioso y necesitas reconocer tu valor y tu potencial.
Un camino para ser más fuertes es:
- Darnos permiso para reconocer y sentir curiosidad sobre nuestras emociones
- Asumir e integrar todas nuestras historias, las que nos gustan y las que no nos gustan
- Escribir nuevas historias
La vida es un cuaderno con muchas páginas escritas,
a veces con mamarrachos, también con muchas en blanco para escribir, dibujar,
plasmar lo que queremos contar, hagámoslo con amor. Habrá incertidumbre,
correremos riesgos, sentiremos miedo y tal vez vergüenza, pero vale la pena…
atrevámonos a abrazar la vulnerabilidad.
Somos mejores cuando somos iguales, humildes, cercanos, cálidos, empáticos. Tenemos una gran responsabilidad para poner un granito de arena en la construcción de un mundo más humano, donde la vulnerabilidad no sea algo que necesitamos desaparecer; por el contrario, necesitamos abrazarla para cuidarnos amorosamente.